Hoy se cumplen 108 años del día en que una simple votación en un bar de Catia se convirtió en el acta de nacimiento de una leyenda. El 26 de octubre de 1917, en el acogedor rincón del “Back Stop”, un grupo de hombres visionarios decidió zarpar en una travesía deportiva que, un siglo y ocho años después, no ha conocido puerto final: el majestuoso camino de los Navegantes del Magallanes.
Cuentan las crónicas que la elección del nombre fue un acto de destino decidido por la más mínima ventaja, apenas un voto, pero suficiente para forjar una identidad que se grabaría en el alma del béisbol venezolano. Magallanes, un nombre que evoca exploración, coraje y un viaje sin claudicaciones, había nacido para surcar los diamantes.
Desde ese día fundacional, la divisa naval ha navegado entre victorias gloriosas y dolorosas tempestades, con una tenacidad inquebrantable. La primera gran conquista llegó en 1930, con el primer campeonato nacional, un presagio de la grandeza que vendría. El primer gran renacer se vivió en 1941, cuando figuras legendarias como el inmortal Vidal López, el gran “Chucho” Ramos y el brillante “Camaleón” García, dotaron a la nave de un misticismo que aún perdura.
Su rol no fue solo competir, sino también construir. El Magallanes fue pionero y pieza clave en la creación de la Liga Venezolana de Béisbol Profesional (LVBP) en 1946, cimentando las bases del espectáculo que hoy paraliza al país.
El anclaje definitivo en el corazón de la república ocurrió en 1969. Tras años de periplo, los Navegantes atracaron en las orillas del río Cabriales para hacer del Estadio José Bernardo Pérez de Valencia su hogar, un santuario donde cada temporada se convierte en una nueva y ferviente expedición.
Hoy, 108 años después, el Magallanes sigue navegando. Su historia es una vibrante colección de hazañas que se cuentan de generación en generación, un orgullo azul que desafía el tiempo y la distancia. Entre jonrones que explotan en el aire y jugadas que cortan la respiración, el espíritu de aquellos soñadores del “Back Stop” se mantiene vivo.
Porque el viaje continúa, temporada tras temporada, con la esperanza intacta en cada out y la pasión que jamás deja de ondear en la bandera. ¡Que siga la travesía del Magallanes!
Fuente: LVBP
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