Juana de Freytes, la venezolana que le dio a García Márquez sus primeras obras literarias

Gabriel García Márquez, el genio detrás del realismo mágico, siempre recordaría con especial afecto a una venezolana que, con sus cuentos, le regaló el primer mapa de su imaginación. Se trata de Juana de Freytes, una refugiada política que se convirtió en una figura clave en la infancia del Nobel y a quien le dedicó un emotivo tributo en su columna de 1982, «Memoria feliz de Caracas».

En sus memorias, «Vivir para contarla«, García Márquez revela que fue Juana quien le narró las grandes obras de la literatura universal, adaptándolas para un público infantil. Pero lo que hacía especial a sus relatos no eran solo las historias en sí mismas, sino el lugar donde transcurrían. Juana tenía el don de situar a todos los personajes, desde Blanca Nieves hasta Gulliver, en las calles y barrios de Caracas.

«Crecí con la certidumbre mágica de que Genoveva de Brabante y su hijo Desdichado se refugiaron en una cueva de Bello Monte, que Cenicienta había perdido la zapatilla de cristal en una fiesta de gala del Paraíso, que la Bella Durmiente esperaba a su príncipe despertador a la sombra de los Caobos«, escribió el autor, demostrando el profundo impacto de estas narraciones.

Una amistad forjada en el exilio

La historia de Juana de Freytes y la familia de Gabo se remonta a 1926, cuando ella y su esposo, el general Marco Freytes, llegaron a Aracataca, Colombia, huyendo de la dictadura de Juan Vicente Gómez en Venezuela. En la zona bananera, el general Freytes fue nombrado director de un almacén de la United Fruit Company y se convirtieron en vecinos de los abuelos de García Márquez, Tranquilina Iguarán y Nicolás Márquez.

«Fue una señora muy agradable con la señora Luisa Santiaga (madre de Gabo) y también con la abuela«, cuenta Gonzalo García Barcha, hijo menor del escritor. Juana se hizo parte de la vida familiar, cuidando al pequeño Gabo, «lo bañaba, empolvaba, mecía y dormía«, según recordó la madre del autor en una entrevista.

Además de los cuentos, Juana fue la responsable de despertar en el futuro escritor su pasión por la lectura. Ella le leía el diccionario-atlas que el abuelo de Gabo le había comprado, sembrando así las primeras semillas de su amor por las palabras.

Otros venezolanos en la vida de Gabo

Juana de Freytes no fue la única venezolana que dejó una huella en García Márquez. Su hijo, Gonzalo, recuerda que la colonia venezolana que se exilió en Aracataca fue «inolvidable» para su padre.

Años antes de la llegada de Juana, el médico Antonio José Barbosa se había instalado en el pueblo. Con un fuerte compromiso liberal, Barbosa también había huido del régimen de Gómez y se convirtió en una figura fundamental para los exiliados. Su farmacia, ubicada frente a la casa de los abuelos de Gabo, funcionaba como un «cuartel general», donde los venezolanos se reunían los domingos para recibir correspondencia y compartir.

Gabo también dejó constancia de otros venezolanos que pasarían por su vida. En sus memorias, menciona a dos adolescentes que vacacionaron en Aracataca y que más tarde se convertirían en presidentes de Venezuela: Raúl Leoni y Rómulo Betancourt.

El legado de Juana de Freytes y de la comunidad venezolana en Aracataca no solo enriqueció la infancia del Nobel, sino que también influenció su percepción de Caracas, una ciudad que él sintió familiar mucho antes de conocerla, gracias a los cuentos que una matrona venezolana le narró en un mecedor, bajo el sol del Caribe.

Fuente: BBC de Londres

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