Los Cachos de Marunga: Chivo cuidando jardín

Margarita era tan tranquila que la gente dormía con las puertas de sus casas abiertas; las noches eran propicias para pasear por sus calles siempre limpias y acogedoras como dice Acela “Chela” Díaz en su canción “Porlamar”.

Había tanta confianza en la isla y sus habitantes, que todo el que venía de visita, disfrutaba esta tranquilidad; tanto así que construyeron una edificación para que funcionara como cárcel; como no había delitos y por lo tanto tampoco a quien meter preso, se convirtió en lo que hoy es el querido Liceo “Francisco Antonio Rísquez” de La Asunción. La tranquilidad era tanta que cualquier cosa parecida a un delito que ocurriera en Porlamar, era noticia que sorprendía a todo el mundo; si se escuchaba un ruido que no fuera producto de un cohete, la gente se alborotaba: ¡eso fue un tiro de pistola! Decían extrañados. Eran tan raros esos acontecimientos que se recuerda todavía un incendio de grandes proporciones frente al hospital; el asesinato de un hombre entre las calles La Marina y Martínez; la muerte de un italiano dueño de una zapatería en la calle Guevara.

Cuentan que una vez un borrachito se robó una gallina en un patio cualquiera de una casa; lo llevaron preso a la pequeña cárcel que estaba ubicada en la esquina de las calles Maneiro y Arismendi; al entrar al pequeño recinto, se veía un escritorio de madera donde tomaban los datos del detenido, al lado un solo cuarto con rejas que servía de calabozo, mas allá otro cuarto pequeño que funcionaba como baño. En este recinto también se guardaban los implementos- una carreta y una pala- que usaba el siempre diligente “Pitoño” para recoger los perros callejeros envenenados, con permiso de la sanidad, y así evitar que mordieran a alguien; no había pues, ley de protección de animales. Lo cierto es que el borrachito estaba cumpliendo la condena por su delito: preso por veinticuatro horas; al caer la tarde se presenta una persona, no a declarar, sino a pedir una información. El detenido estaba sentado al lado del escritorio con un radio prendido; le piden la información y este dice: “Yo no trabajo aquí”. La persona pregunta: ¿Dónde está el oficial de guardia? _ No está aquí; salió a comprar cigarros– dijo el detenido. ¿¡Bueno, y quién es usted!? Le preguntan de nuevo. “Yo soy el preso, lo que pasa es que el oficial me dejó aquí cuidando esta vaina hasta que él regrese. Si quiere lo espera sentado en esa silleta -respondió de lo más tranquilo.

…”Ay Porlamar quién te viera y por tus calles paseara”

Un cumanés navegao

Tomado del libro: “Ocurrencias de mi gente” de Carlos Mujica “Marunga

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