La chulinga había decidido pararse sobre una rama del viejo roble que hace un par de años, sufrió los impactos del fuego que se formó a su alrededor. Sabía ella, que el noble árbol luchaba para salir de ese golpe, cuya causa estuvo en la mala acción de uno de esos seres humanos, que frecuentemente utilizan a los animales para calificar actos de irracionalidad y falta de humanidad, diciendo: animal! Consciente estaba, que el fuego que se formó alrededor del rible, respondió a una botella o lata tirada en el monte, que luego con la sequía hizo combustión.
Ella quería estar tranquila asegurándose que su proceso homeostático estaba perfecto. Al ver que la pespé llegaba y se colocaba justo en su rama, dejó ver su incomodidad.
La pespé entendió el gesto pero la saludó con amabilidad. Al ver que la chulinga no le respondió, se apartó para dejarla sola. La comay chulinga -se dijo- debe estar en una especie de soliloquio. Un poco retirada de la rama donde estaba la chulinga, se propuso observar a la chulinga en su soliloquio.
Texto: Evaristo Marcano Marín
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