La figura de José Gregorio Hernández, venerado por el pueblo venezolano como el «médico de los pobres» y próximo santo, es conocida por su inmensa labor humanitaria, su profunda fe y su incansable trabajo en la ciencia. Sin embargo, un episodio de su vida a principios del siglo XX revela una faceta menos conocida: su breve, pero significativo, paso por la milicia.
A finales de 1902, Venezuela enfrentó el bloqueo naval impuesto por Alemania, Reino Unido e Italia para exigir el pago de deudas. En respuesta, el presidente Cipriano Castro lanzó una proclama que encendió el espíritu patriótico de muchos, llamando a los venezolanos a defender la soberanía de la nación.
El doctor Hernández, con 38 años de edad y una vida dedicada a la medicina, no dudó en responder al llamado. Según consta en la boleta oficial de la Jefatura de Milicias N.º 1, el 11 de diciembre de 1902 se alistó voluntariamente en la milicia de la parroquia Altagracia. Un acto que, según sus biógrafos, demostró su fervor patriótico, aunque afortunadamente, no tuvo que cambiar el estetoscopio por un fusil.
Más allá de la milicia
Aunque este gesto militarista fue breve, su vida fue un ejemplo de servicio incondicional. Después de formarse en Europa, se convirtió en un pionero de la medicina en Venezuela. Fue el fundador de cátedras fundamentales en la Universidad Central de Venezuela y fue el responsable de introducir el microscopio y promover métodos científicos modernos en la enseñanza.
Su vocación social fue igualmente ejemplar. Durante la pandemia de gripe española de 1918, lideró la lucha como parte de la Junta Nacional de Auxilios. Además, su consultorio era un refugio para los más necesitados; mantenía una «bolsa de los pobres» para que aquellos sin recursos pudieran ayudarse sin humillación.
El humanismo de Hernández estuvo siempre entrelazado con una profunda espiritualidad. Intentó en varias ocasiones ingresar al sacerdocio, un deseo que su delicada salud le impidió concretar. Su muerte, el 29 de junio de 1919, lo elevó a un estatus de veneración popular que lo acompañó hasta su beatificación en 2021 y el reciente anuncio del Vaticano de su canonización.
El gesto de alistarse en la milicia no contradice su identidad pacifista, sino que la complementa. Este acto demuestra que su compromiso no se limitaba a la sanación individual, sino que se extendía a la defensa de la soberanía nacional frente a la agresión extranjera. José Gregorio Hernández fue un ciudadano integral: un científico, un humanitario, un religioso y, por un momento, un valiente miliciano.
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