Etanislao seguía siendo el mismo desde que ya despuntaba como un adolescente. Ahora tenía 73 años y continuaba llevando la vida aprovechándose de una aparente dificultad para hablar. Siempre se le veía callado. En su etapa de adolescencia ya se le nota un potencial como zamacuco.
Cuando alcanzó sus treinta años, estuvo pensando en hacerse como un zamacuco profesional. En las mañana salía del pueblo y llegaba hasta la ciudad. Allí encontraba dónde cambiarse y al rato aparecía como un ñeco y con la cara ligeramente volteada. Caminaba mostrando mucha torpeza y apenas balbuceaba. Así encontraba su medio de vivir. Un zamacuco muy profesional.
En las tardes llegaba al pueblo y antes de irse al rancho que fue de su mamá, se tomaba unos «refrescos» que fríos son muy sabrosos y lo empujaban a seguir siendo un zamacuco profesional. Eso lo venía haciendo desde siempre.
Texto: Evaristo Marcano Marín
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