La escalofriante grabación del Terremoto de Caracas

El 29 de julio de 1967, a las 8:05 p. m., Caracas fue sacudida por un devastador terremoto que dejó una marca indeleble en la memoria colectiva del país. Entre las muchas historias y testimonios de aquella noche de terror, una grabación en particular resalta por su escalofriante veracidad: el audio captado accidentalmente en los Estudios Sonomatrix mientras se realizaba una sesión musical.

Aquel fatídico jueves, en los estudios Sonomatrix, se estaba llevando a cabo la grabación de instrumentos adicionales para un disco navideño titulado «Armonía Navideña«, bajo la dirección de Sebastián Padrón. Aunque los niños que participaban en el coro no estaban presentes en el momento del sismo, el equipo técnico y los músicos se encontraban trabajando en la sala.

Cuando la tierra comenzó a temblar con una magnitud de entre 6.5 y 6.7 en la escala de Richter, la conmoción fue inmediata. El caos y el pánico se apoderaron del estudio. La mayoría de las personas presentes, buscando protegerse, salieron corriendo de las instalaciones, presas del miedo y la incertidumbre ante el violento movimiento sísmico.

Sin embargo, en medio de la confusión, el ingeniero de sonido Alejandro López tomó una decisión que resultaría trascendental para la historia: dejó todos los equipos grabando y los micrófonos abiertos. Esta acción, quizás instintiva en un profesional de la grabación, permitió capturar los sonidos crudos y aterradores de la catástrofe en tiempo real.

El audio resultante es una pieza histórica impactante. En él se pueden escuchar no solo los movimientos del terremoto, sino también los ruidos de la estructura cediendo, objetos cayendo, y los gritos de asombro y desesperación de quienes aún se encontraban cerca o regresaban al estudio en medio de la confusión. Es un testimonio sonoro vívido del horror que se vivió en Caracas en esos 35 segundos que cambiaron la ciudad para siempre.

Esta grabación se ha convertido en una de las pruebas más icónicas y conmovedoras del terremoto de 1967. Sirve como un documento sonoro invaluable que permite a las nuevas generaciones comprender la magnitud del evento y revivir, en cierta medida, la experiencia de aquellos que lo presenciaron. El eco de aquel crujido y estruendo en Sonomatrix permanece como un escalofriante recordatorio de la vulnerabilidad ante la fuerza de la naturaleza y la importancia de la memoria histórica.

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