Leyendas Venezolanas: El sanatorio de Antímano

Leyendas Venezolanas: El sanatorio de Antímano

Hay lugares en Caracas donde el tiempo no pasa, sino que se detiene, encapsulando el dolor. En lo profundo de Antímano, entre la invasión de la maleza y un silencio pesado, se alza el esqueleto de lo que fue un sanatorio, una ruina que, según susurran los vecinos, arde sin llamas desde hace 70 años.

Este antiguo hospital, dedicado a albergar pacientes con enfermedades mentales en la década de los 50, fue testigo de una de las tragedias que la ciudad prefirió sepultar bajo el peso del olvido y la indiferencia.

La Noche que las Puertas se Sellaron

La tragedia ocurrió en una madrugada de 1955. Un incendio, cuyo origen nadie pudo determinar, se desató en el ala norte del sanatorio. Las llamas se propagaron con una velocidad brutal y aterradora.

El factor determinante y más oscuro de la catástrofe fue la condición de los internos: los pacientes, encerrados en sus habitaciones, se encontraron atrapados. Cuando los equipos de bomberos llegaron al lugar, las puertas de las salas estaban selladas con candados. El fuego consumió gran parte del edificio, y con él, se apagaron vidas.

Ruinas que No Guardan Silencio

Lo que quedó de aquel sanatorio es hoy un monumento de grafitis y vegetación asfixiante. Sin embargo, las historias que nacieron de aquella noche se han enraizado en el folclore popular, transformando la tragedia en leyenda.

Los habitantes de Antímano juran que, desde aquel día, las ruinas no guardan silencio. El dolor de 1955 parece haberse transformado en ecos persistentes:

  • Se oyen gritos desgarrados y pasos arrastrados entre los pasillos derruidos.
  • Hay quienes aseguran escuchar rezos ahogados que se confunden con el viento.
  • Las sombras se mueven en la periferia de la visión; algunos testigos afirman haber visto figuras con cadenas o siluetas espectrales tras las ventanas quemadas del edificio.

Quienes se atreven a penetrar en las entrañas del antiguo sanatorio relatan una experiencia uniforme: el aire se vuelve denso y pesado, como una presión invisible. Es la sensación de que las almas que perecieron en el fuego aún buscan desesperadamente una salida que les fue negada.

El sanatorio de Antímano no es solo una ruina; es un testimonio mudo de un pasado trágico, un lugar donde el dolor, lejos de desaparecer, se ha transformado en un eco eterno que resuena en el corazón de la capital.

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