Ramón Vásquez Brito: Un maestro de la luz y el mar

Ramón Vásquez Brito, nacido en Porlamar, estado Nueva Esparta, en 1927, fue más que un pintor; fue un cronista visual de la esencia de la isla de Margarita. Con una carrera que se extendió por más de seis décadas, este artista se convirtió en uno de los referentes más importantes de la plástica venezolana, dejando un legado inconfundible marcado por la luz, el color y la poética de los paisajes marinos.

Su infancia, transcurrida entre Margarita y la isla de Coche, fue la fuente inagotable de su inspiración. Desde niño, Vásquez Brito demostró un interés especial por el dibujo, y esa inclinación lo llevó a formarse en la prestigiosa Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas de Caracas, de la cual, años más tarde, llegaría a ser subdirector y profesor.

A lo largo de su trayectoria, el maestro experimentó con diversas corrientes, incluso un período abstracto en los años 60, pero siempre regresó a la figuración, a sus raíces. Fue en el paisaje insular donde encontró su voz más auténtica, plasmando en sus lienzos una Margarita sin tiempo, capturada desde la memoria y la emoción.

Un estilo inconfundible

Lo que distingue la obra de Vásquez Brito es su capacidad para sintetizar lo esencial. Sus marinas no son meras representaciones; son atmósferas tejidas en encajes de colores, donde la luz se convierte en protagonista y el mar en una extensión del cielo. Como señaló el crítico de arte Gabriel Zarcos, su pintura es una “constante vertical, misteriosa búsqueda y encuentro de ausencias y presencias, prolongaciones de soledades que se funden en franjas horizontales de cálidos colores de mar y cielo.”

A lo largo de su carrera, el maestro fue ampliamente reconocido por su talento, acumulando numerosos premios y distinciones, entre ellos el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1950 y el prestigioso Premio Arturo Michelena en varias ocasiones.

Ramón Vásquez Brito falleció en su natal Porlamar en 2012, pero su obra sigue viva, recordándonos la belleza serena y atemporal de la isla que lo vio nacer y a la que le dedicó su arte. La Casa de la Cultura de Porlamar, que hoy lleva su nombre, es un testimonio de la huella imborrable que dejó en el arte y en el corazón de los margariteños.

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