En las tradicionales fiestas de El Valle el 8 de Septiembre era costumbre, después de cumplir con los oficios religiosos, peticiones, pago de promesas por favores recibidos y visitar el sitio donde guardan los efectos que representan los innumerables milagros realizados por la Santa Patrona, que los grupos familiares se dedicaran a pasar el resto del día paseando por todos los sitios de diversión que se implementaban: las mesas de juego de envite y azar con barajas, dados, batea, considerados ilegales; tiro al blanco, lanzar desde cierta distancia una argollita de madera o metal y lograr que esta cayera en el cuello de alguna de las tantas botellas de licor dispuestas en un estante; la persona que lograba hacerlo, se llevaba como premio una o las que lograra acertar gracias a su destreza; bastante “Vino Pasita” que se bebía por eso. Los niños mientras tanto, se divertían en los “carritos chocones” la rueda, la estrella giratoria, columpios, tomarse una foto instantánea en unos caballitos hechos de madera y yeso y otros tipos de distracciones.
También estaban los bares donde se consumía cerveza, otras bebidas espirituosas y se bailaba. Para esto se compraban unos tickets que permitían entrar a la pista, que estaba protegida por una cerca de alambre a la que se recostaban los curiosos para ver las parejas bailando. Eran famosos los bares “La Gloria”, “El Betania”, “El Pajuí”, donde tocaba el famoso don Benjamín acompañado de su acordeón, “El Manguito” y otros. También se recuerda al gran Carmelo Rodríguez “Chamaquito” y sus piruetas cuando bailaba. En uno de esos bares tocaba la orquesta de don Lino Gutierrez, cuyos integrantes eran en su mayoria miembros de su familia.
Cada vez que se iniciaba un set el maestro, además de dirigir su orquesta, estaba atento a todo lo que pasaba en la pista con los bailadores. El encargado de recoger los tickets en cada oportunidad del baile, luego de cumplir su trabajo le decía al maestro cuántas parejas había en la pista y esta cantidad tenía que coincidir con los tickets que tenía en la mano; cuentas claras por si acaso. En una oportunidad estaba el bar a reventar; el ayudante recoge los tickets de cada pareja y comienza a sonar la música. El asistente se da cuenta de algo y le comenta al maestro al oído:
“Maestro, tengo en la mano quince tickets y en la pista hay veinte parejas. ¿Qué hago?” De inmediato el maestro ordena detener la música y se dirige colérico a los que bailaban, quienes, extrañados del por qué pararon la música en pleno apogeo de su bailadera, preguntan al mismo tiempo:
¡Bueno! ¿Y qué vaina es ésta maestro? ¿Por qué pararon la música?
¡Un momento señores! Grita don Lino con su voz característica entre gruesa y engolada:
Aquí en la mano tengo quince tickets y hay veinte parejas bailando ¡Cinco se quieren colear! ¡A pagar pícaros, ladrones! ¡Aquí no carajo! ¡A joder a otro!
Tomado del libro: «Al que nada le pasa nada cuenta» de Carlos Mujica «Marunga«.
Fotografía: Don Lino Gutiérrez (tomada por Virgilio Velásquez)
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