El misterio de Miraflores: El asesinato que selló el poder de un presidente

La noche se cernía sobre el Palacio de Miraflores, la sede del poder ejecutivo en Caracas, cuando un evento sangriento sacudió los cimientos del régimen gomecista. En su propia habitación, ubicada en el segundo piso del palacio, fue brutalmente asesinado Juan Crisóstomo Gómez, conocido como «Juancho», el poderoso hermano del entonces presidente, Juan Vicente Gómez.

El hombre en la sombra

Juancho Gómez no era un personaje cualquiera. Aunque su hermano Juan Vicente gobernaba desde la lejanía de su hacienda en Maracay, Juancho ejercía como Vicepresidente de la República (cargo que asumió en 1922) y, de facto, como el gobernador de Caracas y la región central. Se le conocía por su personalidad arrogante, su crueldad y la corrupción que caracterizaba su gestión. Su ambición y el resentimiento que generaba lo habían convertido en una figura tan temida como impopular, proyectando la sombra de un sucesor aún más autoritario.

La noche del crimen

La versión oficial de los hechos relata que, en la madrugada del 30 de junio de 1923, un grupo de oficiales y guardias del palacio irrumpió en la habitación de Juancho. El ataque fue sorpresivo y violento. Gómez fue encontrado con múltiples heridas de arma blanca y de fuego, poniendo fin a su vida de manera abrupta.

La investigación oficial, que fue rápida y poco transparente, apuntó a una conspiración liderada por su edecán, el teniente Manuel Vicente Castro Bravo, y el capitán Luis Rafael Betancourt. Se argumentó que el móvil fue una disputa personal y una represalia por el maltrato recibido de parte de Juancho. Los presuntos culpables fueron apresados de inmediato y, tras un juicio sumario, condenados a largas penas de prisión.

La versión no oficial: Un crimen de Estado

Sin embargo, para la mayoría de los historiadores y la opinión pública de la época, la versión oficial nunca fue creíble. La teoría más extendida, y que ha cobrado fuerza con el tiempo, es que el propio presidente Juan Vicente Gómez orquestó o, al menos, permitió el asesinato de su hermano.

¿Por qué? La respuesta reside en la consolidación del poder. Juancho se había vuelto una amenaza para la estabilidad del régimen. Su creciente influencia, su impopularidad y su evidente ambición lo convertían en un sucesor problemático. Al morir, Juancho no solo dejaba un vacío de poder que su hermano podía llenar directamente, sino que su asesinato servía como una advertencia brutal: nadie, ni siquiera los miembros de la familia del dictador, estaba por encima de la voluntad del «Benemérito«.

Consecuencias y legado

El asesinato de Juancho Gómez desató una de las más feroces represiones de la dictadura. Aprovechando el crimen, el gobierno desató una cacería de brujas contra cualquier opositor o sospechoso de conspiración. Intelectuales, militares y estudiantes fueron encarcelados, exiliados o perseguidos, bajo el pretexto de una supuesta conspiración que nunca fue probada.

Este evento no fue solo un homicidio; fue una lección de poder. Al eliminar a su propio hermano, Juan Vicente Gómez demostró una vez más su implacable control sobre Venezuela, sellando su régimen con sangre y asegurando que su voluntad sería la única ley en el país por muchos años más. La muerte de Juancho Gómez sigue siendo uno de los episodios más oscuros y misteriosos de la historia venezolana, un crimen de Estado en las entrañas del Palacio de Miraflores.

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