En Venezuela, el calendario marca que el 25 de diciembre y el 1 de enero son feriados nacionales. Sin embargo, en el código no escrito de la cultura popular, estas fechas tienen un nombre mucho más honesto: «El Día del Recalentado». Mientras el mundo descansa de las fiestas, en las cocinas venezolanas se vive un fenómeno gastronómico que, para muchos, supera en sabor a la mismísima cena de gala.
¿Por qué el recalentado es ley?
La respuesta corta es la abundancia. La tradición venezolana dicta que la cena de Navidad y Año Nuevo debe prepararse en grandes cantidades. La hallaca, protagonista del plato navideño, nunca se hace sola; se hace por decenas (o cientos) en un proceso familiar que toma días. A esto se le suma el pernil, la ensalada de gallina y el pan de jamón.
Llegada la mañana del 25 o del 1, el cansancio de las celebraciones y la magnitud de las sobras dictan la pauta: nadie cocina de cero. La mesa se sirve con lo que quedó, pero con una mística distinta.
La ciencia del sabor: «Sabe mejor hoy»
Existe una creencia compartida desde Maracaibo hasta el Amazonas: la comida recalentada sabe mejor. Y la ciencia le da la razón a la sabiduría popular.
En platos complejos como la hallaca, el tiempo de reposo permite que los sabores del guiso, la masa y las guarniciones se amalgamen y penetren mejor. Lo mismo ocurre con el pernil, cuyos jugos se asientan, y la ensalada de gallina, que alcanza su punto máximo de frío y consistencia tras una noche en la nevera.
El protocolo de la «pijama y el plato»
El ambiente de estos días es el de la «resaca festiva» pero con el estómago lleno. El ritual suele seguir estos pasos:
- La búsqueda del tesoro: Abrir la nevera y ver los recipientes de plástico (o envases de mantequilla reutilizados) llenos de comida.
- El método: Algunos prefieren el microondas por rapidez, pero los puristas calientan la hallaca en agua hirviendo y el pernil en un sartén para que la grasa suelte su sabor nuevamente.
- La vestimenta: Es requisito indispensable consumir el recalentado en pijama, preferiblemente la que se estrenó la noche anterior.
Solidaridad y fe: El espíritu de la época
Más allá de la comida, estos días reflejan la unión. Es común que los vecinos intercambien hallacas («la mejor es la de mi mamá«, se escucha en cada esquina) y que se compartan las sobras con quienes no pudieron tener una cena completa.
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