Bárbaro Rivas, un petareño que pintaba con la “Gracia de Dios”

Bárbaro Rivas es considero como uno de los artistas más interesante de Venezuela del siglo XX. Su obra autodidacta no debe ser considerada ingenua, sino cargada de un gran simbolismo y una irreverencia constructiva del espacio plástico.

La historiografía venezolana debe al crítico Francisco Da Antonio el descubrimiento de tan particular obra en 1949 y su puesta en circulación al incorporar varias de sus pinturas en la exposición “Siete Pintores Primitivos y Espontáneos de Petare”, en el Bar Sorpresa de esa localidad. A partir de entonces Bárbaro Rivas fue conocido como “el iluminado de Petare“.

Bárbaro Rivas nació el 4 de diciembre de 1893 en Petare, estado Miranda, de padres desconocidos, fue acogido por un humilde matrimonio que le dio principios ciudadanos y la práctica de la fe católica. Trabajó como banderero del ferrocarril de los Valles del Tuy, aunque su inestable salud lo alejó de la vida cotidiana, y sucumbió en períodos de alejamiento que dieron como resultado la exploración ingenua en la pintura, a partir de 1925.

Sus primeras obras las hace en las paredes externas de su casa, y luego produce obras de pequeño formado en esmalte sobre plancha de latón, de las que se conservan: “El rebaño” y “Paisaje de Baruta”.

En la década de los años treinta muere su madre y Bárbaro Rivas se radicó en las inmediaciones de El Calvario en Petare; de esos años se conoce “Cristo yacente” (1934), ejemplo temprano de la temática religiosa que privilegiará en su obra. A mediados de década incorpora algunos elementos de textura como lentejuelas y explora el collage a sus obras, destacando entre ellas: “Domingo de Ramos” y “La palomera”, uno de sus primeros collages.

En 1940 sus pinturas se reafirman en el hecho religioso de la pintura ingenua, que la crítica señala como característico de los primitivos renacentistas, al ofrecer en un mismo plano diversas secuencias de una misma acción, en obras anecdóticas y religiosas. Entrada la década de los cincuenta trabaja algunos paisajes en guache, como “Placita de Petare en 1910”, “Entrada de Petare”, “Los venaditos” y “El juicio final”, de 1954, año clave para su trayectoria, al iniciar sus participaciones en el Salón Nacional Oficial de Artes Plásticas, en el que obtuvo varios premios en las ediciones de 1954, 1955, 1956, 1960 y 1963

Será en 1956 cuando el nombre de Bárbaro Rivas se consolidó en el país, al dedicársele una retrospectiva en el Museo de Bellas de Artes, en Caracas, y un año más tardé su obra saltó al panorama artístico internacional al formar parte de la muestra que Venezuela envió a la Bienal de Sao Paulo, donde obtuvo una mención honorífica.

En 1962 Bárbaro Rivas participó con Feliciano Carvallo y Víctor Millán en “Naives painters of Latin America”, organizada por la Duke University (Durham, Carolina del Norte). En 1965 fue incluido en “Evaluación de la pintura latinoamericana, años 1960” en el antiguo Ateneo de Caracas y, en 1967, en “Primitivos actuales de América, en el Museo de Arte Moderno, en Madrid.

El rosto de Bárbaro Rivas fue expresivamente plasmado por el autor en 1964, en un famoso autorretrato que da cuenta de la figura humilde que fue. Es pintor autodidacta –escribió Luis Enrique Pérez Oramas en 1998– logró “una conexión entre intuición y erudición, la erudición de una cultura anclada en la fe y la adoración, religión, legado que transmite y transpone los elementos de la imaginería a la vez bíblicos e históricos en contenidos explícitos”.El pintor Bárbaro Rivas murió el 12 de marzo de 1967 por causas de inanición en el Hospital Domingo Lucinani de Petare. Sus restos fueron depositados en una fosa común en el cementerio municipal.

Fuente: Ivenezuela Travel

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