Llegué cinco minutos antes de la hora pautada para la reunión. Toqué la puerta de la sala de reuniones y esperé un momento para que abrieran. En vista que abrieron, volví a tocar y transcurridos un par de minutos más, opté por abrirla girando la manilla y no pude porque tenía seguro.
Decidí esperar. Vi venir a una persona y observé que entre sus manos traía unas llaves. Se detuvo frente a la puerta y abrió. Pasé y me encontré con una situación particular. En la sala estaban unas 15 personas que esperaban por la reunión pero que se sentían ajenos a los toques que le di a la puerta y comprendí el fenómeno del ningufoneo.
Se dio inicio a la reunión con la agenda pautada. Observé ahora que la gran mayoría de los que estábamos en la sala, estaban fuera de la dinámica de la reunión y metido activamente en su proceso de ningufoneo.
Texto: Evaristo Marcano Marín
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