De regreso del largo y grato momento que Ana pasó con Jesús en la hermosa playa de Punta Arenas, en la Península de Macanao, Margarita; Ana venía muy en silencio. Se hizo sentir la dormida y así Jesús lo creyó.
Ya tenían dos meses conociéndose y Ana, iba tomándole confianza a Jesús, pero no esperaba, que justo en esa hermosa playa; él le pidiera para estar definitivamente juntos.
Ana, nuevamente se sentía atrapada por la pistantrofobia. Sabía Ana, que al Jesús dejarla en su casa le iba a pedir que recogiera sus cosas para irse con él.
Su pasado y su experiencias negativas anteriores, la empujan (por temor) a decirle a Jesús que todo se quedará en este último encuentro en las cálidas aguas de la playa de Punta Arenas.
Texto: Evaristo Marcano Marín
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