En Caracas, desde la época colonial, existe la leyenda de el Enano de la catedral que, suele aparecer de media noche con una apariencia simpaticona, de aspecto amable y sonrisa amistosa. Este ser sólo usa esa fachada bondadosa ya que en realidad es un terrible y horrible demonio.
Si un incauto o «valiente» pasea de noche por los lugares que suele frecuentar este Enano, no lo pasará nada bien. Un relato relacionado a esto, se remonta a lo que le sucedió a un Joven que mientras iba de camino a encontrarse con su novia, él iba contento cantando y bebiendo ron para calentarse ante tal frío nocturno.
Mientras continuaba su camino, los nervios empezaron a invadirlo y no sabía por que; si era por la soledad del lugar o por estar cerca de su novia. Tras caminar un poco más, sintió que alguien lo seguía; él creía que era un ladrón o algún espectro que se solía contar por parte de los abuelos. De pronto, sintió que ese «algo» estaba a su lado, y no quiso voltear pero al escuchar un aullido, volteó espantado sólo para encontrarse con un perro viejo y harapiento.
Sorprendido por su falso miedo, echó a reírse a carcajadas que su risa se hizo eco por más de una cuadra. Tras acabar, continuó su camino hacia la entrada de la Catedral donde pudo ver una pequeña silueta detenida ahí mismo. Al acercarse vio a un hombre Enano que tenía una vestimenta colonial con sombrero de alas anchas y punta chata. Este enano lo saludó con una mano y el joven también lo hizo pero confundido por que era muy noche. Luego, el Enano le hace gestos para que se acerque y le pregunta al joven si tiene fuego para encender su cigarro. Éste para no ofender ni faltar el respeto al Enano sacó su yesquero y le brindó fuego.
En ese momento, recordó una advertencia de los Abuelos que decía: «No le des fuego al cigarro del Enano» pero ya era demasiado tarde ya que empezó a sentir un miedo mortal jamás experimentado en su vida. El Enano sonrió de manera diabólica y mostrando colmillos grandes, empezó a crecer y crecer. El joven sólo se quedó horrorizado y paralizado viendo la transformación de aquel ser.
Cuando este terrible ser tenía la altura de la torre de la catedral, se inclinó para ver al joven y mientras reía siniestramente, dijo a este:
«GRACIAS POR EL FUEGO MUCHACHO… DIME… ¿TE GUSTARÍA IR CONMIGO A UN LUGAR DONDE SI HAY FUEGO DE VERDAD?»
El joven aterrorizado se echó a correr mientras se persignaba y rezaba cuantas veces pudo cogiendo su cruz de palma que siempre guardaba en sus bolsillos.
Desde ese entonces, el joven dejó de salir muy noche, y jamás olvido la advertencia que siempre comentaban los mayores: Si ven de lejos a un misterioso Enano, jamás se acerquen a él. Ignórenlo. Recen y retrocedan, porque sino, serán testigos del más terrible de los sustos que puedan experimentar en sus vidas.
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