Los sabores margariteños en la voz de Francisco Mata

De todas las riquezas naturales y culturales que tiene el oriente venezolano, la isla de Margarita acapara un buen porcentaje de ellas. Sus hermosas playas mundialmente conocidas, su variada gastronomía de sabores marinos y su inagotable repertorio de canciones de ritmos que nos recrean el vaivén de las olas del Mar Caribe, se han convertido en la mejor oferta que el margariteño ofrece a los visitantes. Las legendarias voces de Chelías Villarroel, Jesús Ávila, Perucho Aguirre, José Ramón Villarroel o Francisco Mata, han plasmado en muchas de las piezas de sus repertorios pintorescas estampas que nos hablan de una tierra en donde la gastronomía reclama su sitial protagónico.

De estos cinco grandes cantores neoespartanos merece especial mención Francisco Mata, bautizado por sus coterráneos como El cantor de Margarita, reconociendo con ello su compromiso con la difusión de la música insular a lo largo de sus casi 60 años de carrera artística. Su aporte de más de 300 composiciones propias y aproximadamente 30 producciones discográficas, fueron más que suficientes para declararlo Patrimonio Cultural Viviente del estado Nueva Esparta. De hecho, el 24 de julio se celebra el Día de la Música Margariteña en recuerdo del día de su nacimiento.

Aunque la canción que más lo proyectó, incluso a nivel internacional, es su Parranda de Navidad, popularizada en Venezuela por la cantante caraqueña Tania Salazar, la cual tiene un pegadizo estribillo que dice “son para gozarlas, estas navidades, porque el año que viene se acaban los pesares”, son las composiciones dedicadas a las cosas cotidianas de su entorno las que abundan en su repertorio y que lo convirtieron en ese gran referente de la música de nuestra Perla del Caribe.

Hijo, aprendiz y amigo de pescadores, algunas de sus canciones reflejan las duras faenas, las andanzas, las alegrías y tristezas de estos hombres y mujeres que se adentran en el mar cada amanecer en procura de una buena jornada que les provea de su sustento diario. Canciones como La Pesca, en un ritmo que él creó y bautizó como Motivo Guaiquerí, describe los momentos previos a la salida de uno de los tantos peñeros que surcan las azules aguas que bordean al estado Nueva Esparta. Al grito de “arriba muchachos vamos a pescar, cojan los guarales, también la carná (carnada)” la canción enumera una serie de elementos vinculados con la actividad pesquera artesanal, además de resaltar las bellezas de la isla. Son muchas las canciones que le dedica a sus compañeros de pesca como la Canción del pescador, Historia de un pescador, Nostalgia de un pescador, Lamento de un pescador y el Pescador de sapoara.

En cuanto a las especies marinas de mayor demanda en la dieta de los margariteños o de los turistas que buscan probar las delicias que se sirven en esa hermosa tierra, el popular Chico Toño, como se le llamaba popularmente a Don Francisco Mata, compuso y grabó temas de algunos de sus coterráneos dedicados a La Lisa (autor Don Susano Salazar, trovador de la Isla de Coche), y a El lebranche, e incluyó en sus discos dos de las más conocidas diversiones margariteñas como lo son El róbalo y El carite,  compuestas por José M. Camejo y Rafael González, respectivamente. 

Una canción dedicada al Sancocho de mero también aparece referida en su extenso catálogo de composiciones. Lamentablemente no hay una versión digitalizada del tema, pero la que sí encontramos es una maravillosa versión de El Sancocho de Luis Mariano Rivera, la mejor receta cantada que hasta hoy haya escuchado. 

Si quieres hacé’ un sancocho, un sancocho a la oriental

un sancocho bien sabroso pon cuidado a mi explicar.

Si el sancocho es pesca’o fresco pon primero a calentar

ocumo, yuca y auyama con su poquito de sal

-y la bananita verde que no debe de faltar 

Cuando esto esté en la candela no te olvides de agregar

ají, cebollín y ajo que es un sabor peculiar

Y al ver, amigo mío a la verdura ablandar eche ese pesca’o fresco

y limón sin reparar -y la botellita ‘e ronque no debe de faltar.

También le cantó a pintorescos personajes que recorren las calles de los pueblos de la isla pregonando sus productos a viva voz. La chipichipera es una de esas mujeres con la piel curtida por el inclemente sol pero llenas de entusiasmo por satisfacer las demandas de los marchantes con sus productos recogidos de las playas cercanas con sus propias manos.

¡Llevo chipichipi, guacucos y camarones!

Dice la chipichipera cuando va para el mercado:

¡Guacucos y camarones, caracoles y guamitos!

A quien los pruebe le gustarán.

Ya se fue, ya se va.

Ya se fue la chipichipera chipichipeando por la ciudad

Una valiosa crónica musical sobre el El Piñonate nos recuerda este otrora popular dulce margariteño y que hoy se ha convertido en una rareza cuya técnica de elaboración es resguardada por unas pocas familias. En ritmo de merengue, su autor, Perucho Aguirre, nos lleva de la mano de sus recuerdos a disfrutar de esta laboriosa preparación hecha con lechosa verde, cáscaras de naranja y papelón.

Compren este piñonate, cómprenlo que rico está.

El que hacen en Fuentidueño, el que venden en San Juan.

Pa’ San Juan me voy por un piñonate.

a romper cachipo, compay, el pecho me late.

Pa’ San Juan me voy por un piñonate

si Usted me lo pide, compay, yo le doy su parte.

Compren el piñonate que es sabrosito, que rico está.

Cómprenlo en Fuentidueño, cómalo ahora que es de San Juan

Envueltico en su cachipo, con lechosa y papelón,

cómase su piñonate y apriétese el pantalón.

Lo venden en el mercado y lo vende el bodeguero

y hasta enlatado en perola, lo exportan al extranjero.

El mejor piñonate al parecer era el de la población de Fuentidueño, caserío que forma parte de la Parroquia San Juan Bautista del Municipio Díaz, el cual vendían envuelto en su cachipo, corteza del árbol de plátano o cambur, los vendedores ambulantes y las bodegas de la región y, al parecer, hasta llegaron a exportar empacado en latas. 

Además del Piñonate, Francisco Mata también le canta a El majarete, con letra de José del Carmen «Checame» Rosas Acosta. Se trata de  un motivo guaiquerí que está incluido en el álbum Recorriendo a Margarita que rememora este tradicional dulce criollo hecho con leche de coco, azúcar o papelón y harina de maíz cuya elaboración y consumo están vinculados al período cuaresmal.

Con su Conjunto Típico Margariteño, Chico Toño grabó en 1967 un sabroso merengue del compositor mirandino Adrián Pérez, el mismo autor de El muñeco de la ciudad, célebre merengue inmortalizado por el inigualable tenor Alfredo Sadel. Bajo el título de Sabor a Criollo el poeta se pasea por la diversidad de bailes, instrumentos musicales y preparaciones gastronómicas que caracterizan al venezolano de la primera mitad del siglo XX.

No sé qué pasa en mi tierra, compay, que la gente no es como antes, caray,

Que bailaban el merengue, joropo, danza y el galerón.

No se habrá dado cuenta que este merengue tiene la leña y tiene el carbón.

Tiene el negro y cumaco, curbeta y mina, tiene furruco y tiene el tambor.

Con sabor a cacao, mango de hilacha, cambur morao,

arroz con coco, mango e bocao caraota frita y café colao.

Tiene arepa de budare, arroz revuelto con teretere,

cachapa de hoja, la hallaca criolla, la chicha andina y queso llanero.

Una pieza cargada de información acerca de la conformación de las cocinas de las casas de muchos de nuestros pueblos del oriente del país es la titulada El Tinajón de mi abuela compuesto por José Ramón Villarroel y grabado por Francisco Mata.

El tinajón de mi abuela se rompió del cercao’ se lo trajo la vecina,

lo tenía en el rincón de la cocina en una horqueta que su viejo lo cortó

También tenía una piedrita de moler, donde oscurito tequenaba la masa,

una charagua y una calabaza de golpe todo se le empezó a romper

Pobre abuelita ya ni pega candela porque hasta el viejo fogón se le cayó,

el aripo también se le quebró, el plato e’pie, la estufa y la cazuela

Los tinajones de barro eran grandes vasijas que permitían almacenar agua fresca para el uso cotidiano en la cocina. De base curvada, generalmente eran sostenidas por horquetas elaboradas con troncos de árbol entrelazados y atados firmemente. También había  piedras de moler, que se usaban para tequenar, es decir, moler el maíz cocido hasta convertirlo en una masa uniforme, actividad que ejecutaban las mujeres de la casa en la oscuridad de la madrugada. Las “taparas de boca ancha utilizada generalmente para almacenar agua o alimento destinado a animales” eran llamadas charaguas según el diccionario de la Asociación de Academias de la Lengua Española, mientras que las calabazas, eran taparas cerradas que servían para almacenar líquidos mientras que un aripo era un budare de barro cocido que se utilizaba para preparar las arepas. 

Que sabroso escuchar canciones de tan variadas temáticas y ritmos en la voz de uno de los personajes más admirados y queridos por los margariteños. Francisco “Chico Toño” Mata, fue uno de los cantores más referenciales de una productiva generación que no sólo nos legó hermosas canciones sino que recopiló en ellas la historia menuda de esta región rica en saberes y sabores ancestrales.

Fuente: Miguel Peña Samuel / El Impulso

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