Estaba recientemente en una bodeguita de mi pueblo, Pedrogonzález, cuando un joven llegó y solicitó a la bodeguera “un fresco de litrón”, sin ni siquiera mencionar marca o sabor. La bodeguera inmediatamente entregó al cliente un refresco de litro y medio, cobró y continuó con su labor. Por supuesto no aguanté la tentación de preguntar al joven, y luego a la bodeguera, el porqué de la denominación “litrón”, la respuesta fue la misma: “es un litro más grande”. Obviamente, por la capacidad, el envase es más grande que el envase de un litro, pero no es un litro más grande. Sin tener idea, ambos relacionaron su respuesta con la definición de aumentativo. Esto, según la Real Academia Española (RAE), se refiere “al sufijo que aumenta la magnitud del significado del vocablo al que se une”, en este caso el sufijo “on” que encontramos en vocablos tales como calorón (sensación de calor inmenso o sofoco que padece una persona); caserón (casa muy grande); cajón (caja de gran tamaño), bocón (que habla mucho)… Incluso, en términos coloquiales también posponemos el sufijo “on” en algunas palabras para enfatizar y resaltar la magnitud de lo que se deseamos expresar: “ese muchacho tiene cara de picarón”, “hazme un arepón ahí que tengo un hambrón”; “tengo un gripón que me está matando”; “la novia de fulano es un mujerón”.
Ahora bien, en el caso específico de “litrón” debo aclarar que no existen litros “más grandes” ni “más pequeños”, todos los litros tienen la misma capacidad (1.000 ml). Sin embargo, desde el un punto de vista pragmático, no se puede negar la eficacia y efectividad comunicativa de la expresión: La bodeguera sin preguntar nada respondió al requerimiento del cliente. Esto me hace recordar aquella adivinanza “cazabobos”: ¿Qué pesa más, un kilo de plomo o un kilo de algodón?
Este pragmatismo lingüístico lo utilizamos constantemente con la antítesis de los aumentativos: Los diminutivos. Estos, según la RAE, denotan “disminución de tamaño en el objeto designado”; p. ej., ita o ito en niñita, casita, carrito, perrito. Pero según la misma RAE, los diminutivos también se usan “con adjetivos y adverbios con significación intensiva”; lo que a mi juicio obedece a principios pragmáticos p. ej., tardecita, tempranito, mañanita, ahorita. Estos vocablos, a diferencia de niñita, casita, carrito… no se refieren a tamaño, sino que cuando los utilizamos tratamos de expresar intensidad en espacio o tiempo. En este sentido, cuando prometemos ir “en la tardecita”, no nos referimos a una tarde chiquita, sino al momento más cercano al anochecer; si aseguramos pasar “tempranito o en la mañanita”, significa que estaremos en el lugar a primerita hora de la mañana, es decir, apenas aclare el día; y si decimos “vamos ahorita”, es que probablemente ya estemos en camino o “cerquitica” del lugar. No nos extrañemos, pues, de que de generalizarse el uso del término “litrón”, la RAE tenga que aceptarlo, como ha sucedido con otros vocablos.
Texto: Prof. Celis Rodríguez Serrano / celisrose@hotmail.com / @CelisRodrguez
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