A partir de las 12 de la media noche del miércoles, la basílica de Santa Teresa y Santa Ana, abrió sus puertas a los devotos del Nazareno, quienes como ya es tradicional acudieron con la finalidad de cumplir con sus promesas y dar las gracias, ante la imagen que data del siglo XVII y cuya autoría se le atribuye al escultor Felipe de Ribas.
Con la cruz a cuestas, descalzos, en sillas de ruedas, en muletas, andaderas, vestidos de morado, llegaron los feligreses desde la madrugada a hacer su cola para entrar al templo. Unos cuantos relatando haber sido bendecidos con algún milagro, otros con la fe y la determinación que recibirán los favores del santo.
De todas las edades y provenientes de diversas zonas del territorio nacional, se pudo observar una gran multitud en orden y visiblemente conmovida, siguiendo las instrucciones para entrar a la basílica.
Rodeado de leyendas y milagros
Son numerosas las leyendas que han surgido alrededor de la hermosa talla del Nazareno.
La primera se refiere a que el escultor de la imagen, Felipe de Ribas, cuando concluyó la misma se la habría aparecido el Nazareno y le habría dicho: “dónde me has visto, que tan perfecto me has hecho”.
Otra se refiere a que el Nazareno , se encontraba en la Iglesia de San Pablo el Ermitaño, pero el mismo fue sacado de ahí, cuando el presidente de la época Antonio Guzmán Blanco, procedió a derribar la iglesia con la finalidad de construir en el lugar el Teatro Municipal.
Pero quizás la leyenda que más conmueve y emociona a la feligresía fue cuando una epidemia de fiebre amarilla, por los años 1697, azotaba la ciudad y la imagen del Nazareno fue sacada en procesión. Al pasar por la esquina de Miracielos, una parte de la cruz se enreda con las ramas de un limonero . Los devotos proceden a tomar eso como una señal y comienzan a hacer limonada, con lo cual los enfermos empiezan a recuperarse.
Sanador de enfermedades
Si hay algo que se pudo observar este miércoles santo, fue que numerosas personas con alguna discapacidad acudieron ante la imagen del Nazareno a pagar penitencia.
Muchas de ellas señalaron haber sido curadas de una enfermedad terminal, otras haber logrado ver a sus hijos superar un dificultad, otros mejorar notablemente de una condición que les aquejaba.
También fueron numerosas las personas que derramaron lágrimas al llegar al templo, mostrando su regocijo por los favores recibidos.
Con información de: AURA TORREALBA / Últimas Noticias
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