Un escritor 2.0 describe a Venezuela

El escritor merideño Golcar Rojas, “un bañador de perros que escribe”, como se presenta a sí mismo, es el autor de un poema célebre en las redes, ¿Dónde queda Venezuela?, que le ha dado voz al sentimiento de la diáspora venezolana.

Pero la elección de un epígrafe de Rafael Cadenas, ¿Venezuela? Venezuela me hace falta, ha hecho que, erróneamente, haya sido atribuido al poeta barquisimetano premio Príncipe de Asturias.
-¿Dónde queda Venezuela? es un texto que escribí un día en los que el no-país —aún no lo llamaba así— me agobiada más de lo habitual. Era 2014 y la diáspora empezaba su apogeo, a tener ya visos de ser masiva. Obsesionado con la partida de gente querida y con la Venezuela que conocí, y esta república bolivariana que nos legó Chávez, escribí el texto.
 -Al día siguiente de publicarlo -continúa-, vi la frase de Cadenas dicha en Madrid, y sentí que en ella estaba todo mi texto. Es la magia que tienen los maestros. Entonces, la coloqué como epígrafe. Alguien copio a partir de esa cita y distribuyó el texto, que empezó a ser atribuido a Cadenas.
 “He pasado por varias etapas”, responde al consultarle cómo se siente con la confusión. “Desconcierto, asombro, rabia, vergüenza, indignación, y apenado con el poeta porque se ganó insultos inmerecidos. Pero después lo he tomado con humor. De hecho, hice dos textos humorísticos a partir de la sucedido. Pero ya no me produce ninguna emoción. Aclaro cuando me llega el bulo, y listo”.
Un escritor 2.0 
Son cosas que suceden en la red, y Golcar Rojas es definitivamente de la revolución 2.0. Sus textos circulan en Facebook en forma de crónicas, y sus libros (dos novelas, una obra de teatro, un volumen de cuentos y compilaciones de crónicas) están disponibles en las páginas de Amazon.
-¿Se considera un escritor 2.0? 
-Se puede decir que sí, porque la escritura la retomé a través del blog y de la web. De hecho, los personajes de Historias de tía Amapola y de los Textículos del revolucionario nacen en Facebook. Igual que la compilación de obituarios dedicados a los caídos en las protestas de 2017 son crónicas poéticas publicadas en las redes casi al instante de producirse los asesinatos.
“Un día boté todo lo que había escrito y decidí que no escribiría más”, explica sobre la decisión de utilizar ese medio. Pero, pasados 20 años, comunicar se le hacía necesario para sobrevivir. “Entonces creé mi blog y retomé la escritura. Fui agarrando mínimo y de pronto me vi escribiendo «Te voy a llevar al cielo». Sólo tenía en la cabeza la imagen de una mujer vestida de novia, asesinada en un motel de lujo. Pero al empezar a escribir, el país y la revolución se me fueron metiendo en la historia”.
-¿A qué se debió su crisis en la escritura? 
-En realidad no fue una crisis -o no lo recuerdo así-. Me pareció que no tenía nada qué decir. Que ya otros lo habían dicho mejor y que lo escribía era muy malo. Ahora me arrepiento, porque creo que había experimentos interesantes. Esas cosas que solo un joven universitario pergeña.
De esa época solo recupera un texto publicado hace poco en su blog, «El último gallo», incluido en su libro «Textos de la concupiscencia cotidiana». “Es una historia que tenía más de 20 años guardada en mi cabeza sobre un pintor anciano y homosexual que muere el día que decide salir del armario.
Escribir desde el no-país 
 Rojas (La Parroquia, estado Mérida, 1964), es un escritor que ha roto esquemas. Egresó de la primera promoción de Comunicación Social de la ULA, en cuya oficina de prensa trabajó antes de venir a Caracas, donde ejerció en la Fiscalía y el extinto Senado. Posteriormente va a Maracaibo, y después de incursionar en las áreas de cultura y política, abandona todo para dedicarse a la producción de danza contemporánea. Un nuevo retorno a Caracas, y produce la campaña publicitaria de la Agenda Venezuela.
Pero luego, su vida da un giro de 360° y de nuevo en la capital zuliana, se asocia a una tienda de mascotas y hoy se presenta a sí mismo como “un bañador de perros”.
-En las redes me conocen por muchas cosas. Por impertinente, por baña perros, por escritor. Yo escribo, tengo necesidad de escribir, de narrar, de contar, pero no me siento escritor. No sé si ese sentimiento existe en los que sí se consideran escritores.
Sin embargo, los críticos que han leído sus textos, lo consideran un autor “indispensable” en estos momentos que vive Venezuela. El humor, el sarcasmo, las características del grotesco, destacan en esos retratos del país que plasma en crónicas y relatos.
 
 -Bajtin hablaba de lo grotesco como elemento liberador en las culturas populares. 
-Lo es. En realidad para mí escribir es un acto liberador y sanador. Hay cosas que me obsesionan y si no las cuento, siento que pueden hasta enfermarme. Por eso creé la tiíta y los múltiples personajes de Textículos del revolucionario para exorcizar con humor, ironía y sarcasmo el horror cotidiano.
 -Pero no hay humor en «¿Dónde queda Venezuela?»¿Ironía, tal vez? 
-Ironía y rabia y desolación e impotencia. Ese día estaba revuelto. Casi siempre el no-país me revuelve. Y luego sobrevivo por el humor, los atardeceres y los pájaros que llegan a mi ventana.
El Universal.
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