En aquellos tiempos, el mar que rodeaba a la Isla Margalinda —la más hermosa del Océano Quieto— era reconocido a nivel mundial por la diversidad de cardúmenes que convivían en este ecosistema originario. En sus espacios subacuáticos, el proceso de la cadena alimenticia se daba de manera natural.
Los margalindeños, naturales de esta isla durante toda la existencia, tuvieron en su piélago el principal sustento alimenticio, y se hicieron expertos pescadores y conocedores de todas las especies.
Así fue desde los ancestrales Quiquiriquí, tribu originaria de pescadores. Estos ancestros legaron muchos conocimientos, y entre estos quedó la leyenda del Bagre Dromedario.
Está historia caló hondo en el pueblo margalindeño, y reza lo siguiente:
En el reino marino, la vida cotidiana se desenvolvía dentro del respeto y las normas que desde mucho tiempo atrás habían sido impuestas. Hace cientos de años, el fondo acuático fue estremecido y sacudido por movimientos raros.
A raíz del sacudón, los jefes de cada cardumen se reunieron para llegar a acuerdos, allí se respetarían las jerarquías, las habilidades, destrezas, de los integrantes y que era necesario reunirse de vez en cuando para buscar soluciones a los problemas comunes.
Con el pasar de los días, los peces habitantes conocieron la política, y los más avispados empezaron a dominar el espectro marino, negociaron con las lanchas arrastradoras, no les importaba como la contaminación perjudicaba a todos, se hicieron ricos y corruptos, lo importante era mantener el poder.
Luego llegaron especies forásticas y negociaron alianzas con los que mantenían el poder de aquel mar que se iba empobreciendo. Fue así como se abrió paso la variedad llamada guabina: pez de pequeño tamaño, voraz, muy diestro en los negocios oscuros, que siempre estaba en el poder.
Una especie llamada Pez Patriota trató de surgir para defender lo que tradicionalmente había sido el mar de Margalinda, pero no prosperó, se quedó arrinconado, asediado y mal visto, por los guabinosos que tenían el dinero y el poder.
Después apareció una especie más viva y audaz llamada Bagre Dromedario, la cual se encargó de conocerle los secretos a las guabinas, y entre amenazas y chantaje, sin escrúpulos llegó a tener el poder necesario para desde la oscuridad mover los hilos de la miseria marina.
Desde entonces, el mar no fue el mismo. De esta leyenda, los margalindeños aprendieron mucho, al punto de que cuando ven que alguien se comporta como la guabina o el Bagre Dromedario, lo llaman a capítulo y le piden que enderece su camino para que no dañe la paz de la tribu.
(Verni Salazar 19 IX 2023)
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