Este pasaje, conocido como una parte de la «Oración Sacerdotal» de Jesús, es un momento de profunda intimidad y revelación. Se ubica en un punto crucial del Evangelio de Juan (17, 1-11a), justo antes de su Pasión y Muerte, lo que le confiere un peso especial. Jesús, consciente de que «ha llegado la hora», eleva su mirada y su corazón al Padre, no solo por sí mismo, sino también por aquellos que le han sido dados y por la misión que está a punto de culminar.
Es un testamento del amor de Jesús por sus discípulos y su profunda comunión con el Padre. Nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la vida eterna como una relación íntima con Dios y Jesucristo. También nos recuerda la responsabilidad de los creyentes de guardar la palabra de Dios y manifestar su gloria en el mundo, incluso en ausencia física de Jesús. La oración de Jesús por sus discípulos es un consuelo y una promesa de que no estamos solos en nuestra fe y misión.
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