Este pasaje del Evangelio de Juan se desarrolla en un contexto de tensión y creciente oposición entre Jesús y los fariseos (y otros judíos que lo escuchan). Jesús, consciente de su inminente partida, les dirige unas palabras cargadas de advertencia, identidad y una invitación final a la fe.
Este pasaje es fundamental para la cristología. Afirma la preexistencia y la divinidad de Jesús. También subraya la importancia de la fe en Jesús para la salvación. La tensión entre la incredulidad y la fe es un tema recurrente en el Evangelio de Juan, y este pasaje ilustra cómo la ceguera espiritual puede impedir el reconocimiento de la verdad, mientras que la apertura del corazón puede llevar a la fe.
Juan 8, 21-30 es un diálogo crucial donde Jesús confronta la incredulidad de sus oponentes, revela aspectos clave de su identidad divina y predice su muerte como el evento a través del cual algunos finalmente lo reconocerán como el «Yo Soy». A pesar de la oposición, la semilla de la fe encuentra terreno fértil en algunos corazones.
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