El Evangelio de Juan 5, 17-30 es un pasaje crucial que revela profundamente la relación entre Jesús y Dios Padre, y las implicaciones de esta relación para la autoridad y la misión de Jesús.
Jesús se defiende de la acusación de quebrantar el sábado. Su respuesta va más allá de una simple justificación de su acción, afirma: «Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo». Esta declaración establece una paralelismo y una unidad de acción entre él y Dios. No se trata solo de que Dios actuó en el pasado, sino que sigue actuando en el presente. Jesús se incluye en esta actividad divina.
La reacción de los judíos es intensa. No solo lo acusan de violar el sábado, sino también de blasfemia al llamarse «Padre» a Dios y «hacerse igual a Dios». Esta es la clave de la controversia: la afirmación implícita de su divinidad.
Jesús enfatiza su total dependencia del Padre. «El Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre«. Esta dependencia no implica inferioridad, sino una unidad esencial en la acción. Lo que el Padre hace, el Hijo también lo hace.
El Padre ama al Hijo y le revela todo lo que hace. Esta relación se basa en el amor y la comunicación constante. El Padre le muestra incluso «obras mayores», sugiriendo una progresión en la manifestación del poder divino a través de Jesús.
En resumen, Juan 5, 17-30 es un texto poderoso que presenta una profunda reflexión sobre la identidad y la misión de Jesús. A través de sus afirmaciones y la reacción de sus oponentes, se revela la naturaleza divina de Jesús y la importancia de su relación con el Padre para la salvación de la humanidad.
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