Desde tiempos remotos, hombres, mujeres y niños han trabajado el cogollo del Datilero, árbol cuyo nombre científico es Phoenix dactylifera, que se da en casi todo el Municipio Díaz. De la mata de dátil macho (la que no echa frutos), se extrae nada más que el cogollo y de la hembra, frutos y cogollo.
El datilero macho produce igual cantidad de cogollo que la hembra, pero tiene la característica que se saca en cualquier época, por lo menos cada tres meses, en cambio la hembra le es sacado el cogollo en la misma operación donde se le extraen los frutos.
Hábiles y diestras personas, los sacadores, suben por el tronco del datilero hasta su penacho de hojas, donde cortan y obtienen los cogollos u hojas tiernas, desde la altura los dejan caer y una vez desparramados por el suelo, el trabajo realizado en diferentes matas, son apilados en “bojotes” iguales, estos son vendidos a las “tejedoras”.
Las tejedoras abren el cogollo, hoja por hoja y durante varios días es expuesto al sol para que se seque, teniendo cuidado de recogerlo por las tardes, para que no se serene. Luego de haberse secado se “espencan”, es decir, se deshojan para luego cortarlas en finas hebras llamadas “gajos”, los cuales son mojados o “roseados” para ser envueltos en hojas de celedonia una vez constituido el “mazo”, para que el cogollo se ponga suave y comenzar la elaboración de la crineja.
Las crinejas tienen diferentes formas y grosor, dependiendo en ambos casos de la manera de cruzar los gajos y del número de estos, siempre impar. Hay crinejas de siete, de nueve, de once, de trece, de quince, de diecinueve gajos y de allí también depende su valor, el cual es medido por “brazas o brazadas”.
La elaboración de la crineja, constituye un verdadero arte, las manos de las tejedoras se mueven como mucha rapidez, los dedos se entremezclan, muchas veces sin ver lo que están haciendo. A medida que se adelanta el tejido uniforme y laborioso de la crineja, esta se va enrollando y se va formando la “rueda”, la cual es sostenida debajo del brazo. Luego esta crineja será llevada a las máquinas de coser donde se convertirá en hermosos sombreros, pavas, bolsos y carteras, y otros productos que han salido de la creatividad de las “cosedoras”
Desde la sanjuaneridad, somos hechos de cogollo y dátiles, y como su tronco, somos verticales, no permitamos que se rompa nuestra tradición de varios siglos, por naturaleza nuestra tierra abrió sus surcos a la semilla que trajo el europeo en el Siglo VI, se adaptó y es el único lugar en Venezuela con el habita natural de la palma Datilera. Los datileros son nuestros, por favor: Equilibrio y Conciencia.
(Verni Salazar 08 XI 2021, HUELLAS Y PRESENCIAS INSULARES)
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