El sol estaba muy encendido a esa hora del día. Jesús sacó una botella de agua del bolso que traía colocado en su hombre derecho y le quitó lentamente la tapa.
Al llevarse la botella de agua a su boca, alzó su cabeza y antes de tomar el agua, vio una especie de silueta que venia en sentido contrario al que él traía. La silueta no lograba precisarla bien, pero descartó que podía ser una chiguina porque era un conocedor de los cuentos de Cheguaco y sabía, que las chinguinas andaban solo en las noches y con sol así, una chinigua no se atrevería a salir.
Juan tomó el agua y mientras le colocaba la tapa a la botella, amusgó los ojos y volvió a concentrase en la silueta. De esa manera, Juan pudo darse cuenta que la silueta era una linda burrita, que le recordó a la bonita, querida y amada burrita que el Sr. Gerardo tenía en El Rincón del Perro.
Sin necesidad de amusgar los ojos al pasar cerca de donde la burrita comía, observó su gran parecido con aquella burrita que los jóvenes entonces quisieron tanto.
Texto: Evaristo Marcano Marín
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