En la tercera y última entrega sobre las experiencias vividas por el Historiador y Fotógrafo Alfredo Boulton abordo de la piragua «La Iris» y su capitán, el buzo Marcelino Alfonso, corresponde referir del trabajo en tierra en las rancherías.Al finalizar la faena en el mar continúa el trabajo en tierra que el ilustre Historiador y fotógrafo, Alfredo Boulton, describe de la siguiente manera:»(…) Hay diez, veinte, cuarenta, cien rancherías que exhalan el olor de la concha que tanto se asemeja al de la hembra. Es el excitante afrodisíaco que los hombres abren entre sus manos y que los mantiene mudos, tensos y soñadores.Un escaso techo de palmas o de lona sirve de refugio a esta gente que vive dentro del mar, del sol y de la fuerte brisa que azota toda la isla.Ya desde temprano, pasado el mediodía, han ido llegando las piraguas y fondeado cerca de La Cabecera.
En las rancherías, alrededor de «la marea» del día anterior, están los marinos callados como desgranando barajas, impacientemente aguardando la fortuna. Sentados en pequeños tures, van cogiendo la concha de un voluminoso cono que han vertido de los sacos. Alrededor del montón, en un gran silencio de constante angustia las abren con filosos cuchillos que introducen por el faralá y en un fuerte y hábil movimiento palanquean las dos tapas. Los labios de la tripa son examinados con los dedos y con el cuchillo la cortan por su centro para mejor hurgarla. A veces es la menuda mostacilla o un barroque o un callo. Las más de las veces es nada. Otras, con la punta del cuchillo extraen la perla que van a colocar en un envase con agua donde almacenan la producción.
Nadie habla y mecánicamente, como autómatas, tiran, indiferentes, a las maras las conchas vacías y a un vecino recipiente las tripas. Así fascinado permanece el hombre con la.mente enclavada en la perla que puede surgir, abre cien, trescientas, mil, cuatro mil, hasta seis mil conchas en un día. Todos están inmutables y solo atentos a la perla afortunada que aguardan. Afuera, en las rancherías y al sol están las mujeres escogiendo de entre los desechados caracoles algún remanente desapercibido. Se oyen las risas de las muchachas, que es lo único que hace desviar la mente y la mirada.(…)
«Las imágenes del propio Alfredo recogen fragmentos de su discurso que titula así: La primera, «La apertura de las conchas»; segunda, La marea llega»: tercera, «Rancheria», y por último, «Las muchachas de la temporada».
(Alexis Marín Cheng y sus Pueblos de Margarita.- Julio 2020).
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