La vida es una ilusión

Después de nueve años de ausencia física, me he dispuesto a escribir estas líneas para honrar la vida de mi padre, Samuel González.

Mi padre Samuel González es el segundo hijo de Luz González. Nació el 24 de febrero de 1944 en el histórico pueblo Tucupido del estado Guárico.

Desde muy pequeño ayudaba a su madre en los quehaceres del campo para lograr el sustento diario. Y en ese interés de apoyar a su mamá, quien fue madre soltera, se acercó a trabajadores de la empresa petrolera Shell de Venezuela, empresa anglo-holandesa que desde 1938 explotaba petróleo en Tucupido. Allí, rodeado de los utensilios para extraer petróleo, limpiaba, ayudaba a organizar herramientas y le llevaba la comida que su mamá vendía a los trabajadores, en su mayoría ingleses. Al poco tiempo, Samuelito, el hijo de Luz, sin darse cuenta, comenzó a comunicarse en inglés con los trabajadores de Shell. Al ver esto, los trabajadores le compraron libros para que consolidara su desarrollo con el idioma. En 1956, se trasladaron a San Juan de los Morros, capital del estado Guárico, buscando una mejor calidad de vida, debido a que habían cesado las actividades de Shell en el pozo que quedaba cerca del pueblo de Tucupido y ya no habían fuentes de trabajo.

En San Juan, continuó sus estudios con horarios especiales para poder alternar el trabajo con los estudios. Es justamente en este periodo cuando comienza a combinar la dualidad de ser niño, adolescente y proveedor del sustento para la familia, una realidad propia de la Venezuela del siglo XX, llena de madres solteras y la migración interna hacia las capitales de los pueblos campesinos buscando una mejor calidad de vida y el abandono de la producción del campo en manos de pocos hacendados, dueños de las mejores tierras y cantidades enormes de ganado en las cuales no hubo oportunidades para los pequeños productores.

Entre las actividades que realizó están las de cauchero, chofer y encargado de tienda. Luego se alista y forma parte de los fundadores del cuerpo de bomberos profesionales del estado Guárico. Paralelamente, aún siendo menor de edad, se une en matrimonio con Amalia Corro, de la cual nació su primogénito Nestor González Corro, mi hermano mayor, que de una u otra manera recibió residuos de las carencias propias de un niño trabajador que tuvo que enfrentarse a una sociedad de supervivencia en la que cada quien busca individualmente su bienestar, muchas veces sin importar cómo, con quién ni dónde, es decir, sin importar a quién se llevan por delante.

Luego de varios años de vida matrimonial accidentada, mi padre conoce a Maigualida Castrillo Fuentes, mi madre, docente de profesión, que unieron sus vidas y de esa unión nacieron mi hermana Luzbimar González Castrillo y yo, Samuel González Castrillo. En mi convivencia familiar pude conocer a un padre responsable, amoroso, familiar y trabajador que, luego de casi 30 años de unión con mi madre, la muerte llegó para finalizar la etapa en la que, como él me definió en algún momento de una conversación padre-hijo, con mi mamá conoció el amor, dejándome claro que es justamente el amor lo que nos define como personas.

Después de la muerte de mi madre en Barquisimeto, mi padre tuvo un quiebre en su vida en el que volvió a esa constante búsqueda del bienestar, muy similar a lo que vivió ese Samuelito del campo petrolero de Tucupido, pero ya con la pérdida de su madre, hermana mayor, otros seres queridos y su gran amor Maigualida.

Mi padre me enseñó varias lecciones en este período, me refiero desde la muerte de mi madre hasta su propia muerte el 4 de febrero de 2015. La primera es ser insistente en la búsqueda del bienestar personal y familiar, ser responsable, pero sobre todo entender que la vida es una ilusión. Esto último les confieso que aún sigo descifrando, aunque parece sencillo y no lo es.

Cuando reviso la definición de ilusión, me dice: «Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por el engaño de los sentidos». Por esta razón, no logro aceptar con facilidad un concepto que desafíe mi percepción de la realidad. Él me lo explicó de una manera muy simple, me dijo: «Hijo, uno siempre anda en búsqueda de metas, muchas veces materiales, como comprarse unos zapatos, y una vez que los tienes, esa ilusión pierde valor y vas por otra meta que al final también, a pesar de ser algo que puedes tocar e incluso ponerte, deja de tener el peso o la valoración que tenías al principio«.

Les comento que con ese ejemplo creo que logro definir la idea. Sin embargo, me niego a pensar que mi familia es una ilusión, que mi hijo es una ilusión, que mi día a día es una ilusión. Sin embargo, quise compartir esta historia de mi padre para resaltar su vida, su experiencia y pensamientos.

Ahora bien, si la vida es una ilusión, entonces mi papá está en todo momento aquí conmigo a través de su mensaje, a través de mis hermanos, de mi hijo y de todo lo que me rodea. Papá, gracias por tanto, te amo y esa es mi realidad.

Texto: Samuel González Castrillo

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