De Ursulina y Ángel Jiménez nacieron Jesús González “Chú Colorado” y Delia Ramona, uno maestro de escuela y la hembra cantante de las buenas. A Jesús González lo apodaron los robleros “Chú Colorado” porque su tez rojiza producto de la abundancia de sangre y de una elevada hemoglobina lo hacían ver diferentes a los demás y que muchos del pueblo consideraban que era de raza holandesa, finlandesa o española. Eso no fue obstáculo para que “Chú el de Ursulina” como también le decían se graduara de bachiller y terminara licenciándose como Maestro Normalista en la Escuela “Miguel Suniaga” de La Asunción.
En su juventud formó Chú Colorado junto a sus amigos Trino Suárez y Tobías Mendoza “las tres piedras del fogón” de Punta Brava que cometían travesuras y hacían de las suyas en cada paso por Los Robles. Y es que la fama de Chú Colorado no solo fue como maestro de escuela, sino como campanero que bailaba el merequetén con el badajo y tocando campanas como los mejores de la época y haciendo melodías que le ponían su huella personal al tañido de las campanadas, en cada funeral, misas, cumpleaños y fiestas patronales. Pero Chú Colorado se fue vinculando con las actividades litúrgicas y casi copió al carbón los sermones, pasajes bíblicos, responsos y los latinazgos que eran parte del secreto del hijo de Ursulina. No desperdiciaba Jesús Ramón González la oportunidad para estar al lado del cura del pueblo para aprender sus secretos y era capaz de oficiar una misa tan bien como un prelado, razón por la cual los robleros le pedían que dictara cátedra cuando el padre no podía asistir por razones de salud. El día de los muertos aprovechaba Jesús en el Cementerio de Los Robles para acompañar al cura del pueblo a su paso por cada tumba a petición de los familiares que le pagaban su respectiva mesada. Ahí aprovechaba Chú Colorado que era quien cobraba para picharle sus monedas a Trinito y Tobías para que más tarde compartieran con él las ganancias. Otras veces por no asistir el párroco a la misas de los muertos le tocaba el turno al bate a Jesús Ramón que oficiaba misa y sus monaguillos Trinito y Tobías eran quienes pasaban raqueta al pago de los vecinos del pueblo.
Era Chú Colorado parte de los guarichos de las diversiones del pueblo y personificaba a curas, cazadores, pescadores, brujos y hasta mujeres. En una oportunidad en la diversión de La Culebra le correspondió hacer un dúo con Rústico, un personaje carismático del pueblo y cuando lo picó la culebra se revolcó en una pila de tierra frente a la casa de Antonio Mendoza y como había muchas posturas de perro se ensució tanto que cuando a Chú Colorado le tocó atenderlo en su papel de doctor y cuando olió a Rústico expresó “A éste no lo atiendo yo, porque está podrido y es un caso para el hospital”.
En otra oportunidad Chú Colorado que le gustaba pulir sus zapatos en la Plaza de Los Robles se le ocurrió echarle una broma a Héctor “Pacheco” Navarro que estaba vitoqueado esperando para entrar al Cine Zaragoza y le entregó un palo sucio de caca de perro que hizo entrar en ira al Pacheco que era llamado así porque parece que la Reina de Corazones le había cortado la mitad de la cara con una baraja se agazapó y cuando Chu Colorado se descuidó le asestó una guaratara por la cabeza que dejó bañado en sangre a hijo de Ursulina.
Lo colosal de Jesús Ramón González es que una vez graduado de maestro normalista no consiguió trabajo y se le presentó la oportunidad de trabajar abriendo zanjas para enterrar los tubos del acueducto y no peló ese chance. Después consiguió Chú Colorado trabajo como maestro en Arenas, Municipio Montes del Estado Sucre donde se casó con una cumanesa que lo acompañó hasta sus últimos días. La diabetes millitus fue minando a Jesús Ramón que fue trasladado a Los Robles donde le dieron cristiana sepultura. No sé quién le tocó las campanas, ni quien ofició la misa, pero a Chu Colorado le correspondió recibir los latinazgos y dobles que tanto dio cuando era muchacho y tocaba el merequetén con las campanas de mi pueblo. Mucha gente no supo cuando arribó el cuerpo de Jesús Ramón González a Los Robles y de verdad que muchos sentimos de veras no haber podido acompañar en su ceremonia fúnebre a un ciudadano de primera que tanto aportó a los robleros haciendo oficios múltiples que le permiten tener recuerdos bellos en la mente de quienes lo vimos trajinar por las calles del Pilar.
Recopilación: Manuel Ávila (Cronista de Nueva Esparta)
Fotografía: Jim P. Quijada
Únete a nuestro canal en Telegram.
¿Eres talento venezolano y deseas que publiquemos tus notas y sonemos tu música? Envíanos el material a otilcaradio@gmail.com
Contribuye con la promoción y difusión de la
producción artística venezolana, realiza tu aporte