Pedro Rivero: Un gran poeta margariteño

Pedro Rivero: Un gran poeta margariteño

La ausencia prolongada no me aísla
de sus terratenientes y su vulgo.
Mi fuero liberal noble divulgo.
Mi numen es el faro de la isla.

(Parte de su poema supervivencia)

Pedro Rivero (1893/1959) es un caso un poco curioso (atípico) de un poeta. En sus años juveniles descuido un poco sus estudios formales para involucrarse con el estudio de la poesía y acercarse a ella. Probablemente pensó, que el estar en una escuela (Liceo) no lo vio como un camino para llegar a la poesía. Fue cultivándose en el andar y así, fue haciéndose el gran poeta que fue. Desde sus primeros pasos en este andar, mostró un apego por la palabra muy buscada o refinada.

En el arte de andar caminos para hacer poesía; Pedro no coloco obstáculo. Vio caminos y recorrió muchos mundos de la poesía. Se paseo por el campo difícil de la poesía o poetas malditos.

En ese largo recorrido por la poesía, volvió al mar y junto a él se quedó. Pedro fue mar. Vivió una especie de transformación y todo él fue mar. En un volver o un encuentro con su tierra se hizo sal, ola y caracola.

En su poema mar nos dice:

Hablo contigo a solas, mar informe.
Y el diálogo reanudo de la infancia.
A tu orilla detengo la vagancia
y pauto el pensamiento multiforme.
Mi palabra a los cielos se conforme.
Al aire, portador de la fragancia
de la sílfide oculta. Y a la rancia
canción de la sirena, ser biforme.
Como en las horas de infantil asueto,
un esquife aventuro. Es un soneto.
Obra tardía de la mente ilusa
forjada al ritmo de ejemplar estilo.
Bogue en la calma de tu azul berilo.
A bordo, niña eterna, va la musa.

Un día como hoy (1959) Pedro Rivero se nos fue trágicamente en un accidente en España. Se había ido a España porque quería embriagarse de Cervantes y del Quijote. Allá se fue y no pudo dejar su mar y su sal marina y de allá nos regaló su “Mar de Ulises”.

Pedro Rivero es uno de nuestros poetas fundamentales. Nos dejó una herencia de su buena poesía en sus obras: El Mar de Ulises y Porlamar (1952), El Mar de las perlas (1943), Mártir (1957) y El Pescador de Ánforas (1954). En ellas, el mar es el recurso que maneja para expresarse

En Balneario

La vida es dulce al fin bajo el sol bello.
Oro la playa y oro azul la onda.
Oro la brisa fiel cuando te ronda
y te acaricia el oro del cabello.
Me invitas. Y con súbito atropello
nos lanzamos a un tiempo al agua honda.
Somos dentro del mar dúplice sonda
y medimos el gozo en un destello.
Fatigada, te llevo hacia la orilla
y te dejo en la playa sin mancilla,
sirena toda tú, menos el busto.
Al mar volví, bajo la luz dorada,
y cabalgué la prócer marejada
con apetencia de tritón robusto.

Recopilación: Evaristo Marcano Marín

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