El faro de Porlamar conocido también como el Faro de la Puntilla, se encuentra ubicado en un punto estratégico de la bahía de la ciudad marinera de Porlamar, anteriormente en ese mismo lugar a “un tiro de la playa”, según las crónicas, existió un fortín diseñado por Martín de Gareca, que se había iniciado a construir en 1530. En dicha fortaleza estuvo alojado en 1561 el tirano Lope de Aguirre y desde allí también zarpó abandonando el pueblo de la mar. El mencionado fortín en 1817 fue destruido por un incendio ordenado por el General Pablo Morillo, a raíz de lo cual quedo muy maltrecho y se abandonó. En ese sitio se comienza en el año de 1895 a construir el actual Faro de Porlamar.
Por iniciativa de un ente privado de corte social y económico conocido como “Club Progreso”, el 3 de febrero de 1895 se inicia su construcción y fue inaugurado el 1 de enero de 1896. Su proyectista e ingeniero director de la obra fue el Dr. Carlos Monagas y el constructor el señor Hilario Ortega. El referido club lo vendió al Estado venezolano por treinta y dos bolívares, con el fin de invertir el dinero en otras obras de interés para la comunidad porlamarense.
Con motivo del primer centenario de su inauguración en 1996, fue declarado por el entonces Alcalde de Porlamar señor Pedro José Velázquez, Monumento Histórico Municipal. En 1998 es decretado Monumento al Marino Nacional, acto ejecutado por el recordado amigo y miembro de la Academia de la historia neoespartana, licenciado Erwin Murguey Marín. Desde el año 2005 es catalogado por el Instituto del Patrimonio Cultural venezolano, como Bien de Interés Cultural, por lo que goza de protección.
Hoy es un triste recuerdo en la memoria de los porlamarenses y neoespartanos, quienes en más de una oportunidad, pudieron disfrutar de festivales de diversión, conciertos, recitales y otros espectáculos sociales en las gradas del anfiteatro, construido a sus pies en 1975, con el epónimo del Maestro Inocente Carreño, a quien el pasado 28 de diciembre recordamos en su natalicio. Ha ciento veintiséis años de su inauguración luce abandonado, rodeado de un cinturón de miseria que compite frente a la Guardia Nacional, de un puesto de control del SENIAT, de una Universidad Bolivariana, de un puesto del SAIME, de una oficina del Instituto Nacional de Espacios Acuáticos INEA, que operan extraídos de la realidad circundante de la ciudad, aislados uno del otro, sin comprometerse por el patrimonio histórico cultural frene a sus narices.
El Faro de la Puntilla luce sin su capulín, donde se protegía la lámpara que servía de guía a los pescadores y navegantes, su puerta de hierro permanece abierta y su interior lleno de basura. Sus espectadores de otrora, se han convertido en viajeros apurados por comprar boletos vía Chacopata o transeúntes de mal vivir, negociantes de boletos y taxistas en procura de su sustento diario. Mientras tanto este patrimonio espera inhiesto y sereno por la mano amable de las nuevas autoridades municipales, de quienes esperamos revaloricen el entorno y lo hagamos más humano.
Redacción: Fernando Fernández Fermín / Patrimonio Cultural Viviente del estado Nueva. Esparta
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