Tiene 87 años; de ellos, 74 los ha pasado bailando en los mejores escenarios del mundo. Yolanda Moreno, conocida como “La bailarina del pueblo”, es una pionera de la escena cultural del país. Tiene una energía infinita y una memoria prodigiosa cuando se le pregunta sobre su amplia trayectoria. Su gran secreto para tanta vitalidad es, sin duda, la danza: “Yo pienso en danza, duermo con la danza, amanezco con la danza… Veo un cuadro o escucho una canción y es danza. Para mí la danza es todo, quizás eso es lo que me da la energía que la gente dice que irradio. También soy una persona muy alegre, a pesar de las dificultades”.
Nació en el barrio Guarataro, parroquia San Juan, Caracas, en el seno de una familia muy unida y una madre, Manuela Moreno, muy trabajadora. “Éramos muy pobres, pero yo viví una infancia sumamente feliz. Nunca vi tristeza, solo cuando murió mi papá, Ruperto Reyes, estuvimos cuarenta días en el cuarto con mi mamá llorando. Mi mamá nunca se quitó el luto”.
Con el sueño de ser artista, descubrió en la danza su verdadera vocación. “Recuerdo a Margarita Brenner, era austríaca, una gran maestra, inolvidable. Me enseñó la responsabilidad, el respeto y la disciplina”. Moreno explica que el ballet y la danza estaban en esa época circunscrita al canon europeo. Confiesa que en su caso no sufrió discriminación por su color de piel, “siempre fui la más morena del grupo”.
Dos personas fueron determinantes en su acercamiento al folklore venezolano y posteriormente a la fundación de su compañía: el maestro Pérez Fernández -“Me enseñó a mover las masas y a incorporar todos los elementos culturales a la danza”-, y su mentor y compañero de vida, el poeta Manuel Rodríguez Cárdenas (1912-1991), a quien conoció en la agrupación El Retablo de Maravillas. “Fue un hombre muy estudioso, con un conocimiento muy profundo de Venezuela”. Su esposo la llevó a recorrer todo el país para que conociera las danzas tradicionales que se hacían en cada región. “Él me decía que la riqueza de Venezuela estaba en la gente sencilla y humilde, y de ahí procedo yo”.
El éxito y los puristas
La cara de Yolanda Moreno se hizo popular desde su primera presentación como coreógrafa con el Retablo de Maravillas en el espectáculo Señores, vengo a cantar, presentado en el Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, y sus inicios en la pantalla chica por la señal de Radio Caracas Televisión RCTV. “Tenía las actividades del Retablo, daba clases y el programa. Yo trabajaba mucho, tenía energía para repartir. Ahora, a veces me canso un poquito, ya son ochenta y siete años”.
Sin embargo, el éxito trajo consigo opiniones algo despiadadas: para algunos lo que hacía Moreno no representaba el folklore del país, lo deformaba. “Fui la primera que bailé el polo coriano, el golpe tocuyano, el calipso; me criticaron los más puristas. Le cayeron encima a mi estilo de danza, a mi técnica. No les hice caso”, afirma mientras explica que sentía la necesidad de difundir la riqueza cultural y las tradiciones, que ahí estaba su aporte como bailarina y coreógrafa.
También recuerda cómo hasta los trajes de las bailarinas, con sus grandes faldas, y el uso de alpargatas y tacones fueron señalados. “El que se lucía en los bailes era el hombre. Yo puse a las mujeres a bailar tan fuerte como los hombres y eso enriqueció al joropo, lo embelleció. Mi esposo me aconsejaba que aprendiera de la mala crítica, que no me molestara, cada quien tiene el derecho a decir su opinión. Y que la buena crítica no me envaneciera”, rememora Yolanda Moreno, cuyo deseo es poder hacer una exposición de su trayectoria a través de los trajes que ha usado en cada una de sus presentaciones.
El duro oficio de bailarín
Moreno afirma que desde el segundo gobierno de Rafael Caldera su compañía Danzas Venezuela no recibe ningún apoyo del Estado. Gracias a la pasión de sus alumnos, que financian sus costosos vestuarios, y las temporadas logran que la compañía siga hoy en pie. Si bien ha sido una profesora estricta en búsqueda de la excelencia, confía en que sus bailarines, sigan sus enseñanzas. “El que quiere ser bailarín tiene que pensar que no se hará rico, solo será rico espiritualmente. La danza llena, es muy bella, en especial la nuestra que refleja lo que somos nosotros”.
Cuando se le pregunta sobre el hecho de ser pionera en la danza del país, explica que ha sido una gran responsabilidad, “a veces pesada porque tengo que responderle a mi pueblo lo que ven en mí y enseñarles a los que están a mi lado”. Un oficio que la ha llenado de satisfacción y orgullo; aunque veces le angustia porque no es amiga de la fama: “No me gusta cuando estoy en un lugar, me reconocen y quieren tratarme de manera diferente, me siento apenada, soy una persona normal y corriente”.
Último baile
“Veo a la muerte tranquila, no tengo angustia. Afortunadamente Dios me ha dado salud, tengo molestias por unos discos desgastados en la zona lumbar y cuando zapateo pues me duele, por eso ya no puedo bailar”. Es Yolanda Moreno, la artista que desea despedirse con la amplia sonrisa que la ha caracterizado, rodeada de su gente querida y sus bailarines. “La muerte es algo natural, nacimos para morir”. Consciente, además, de su legado: “Le he dado a mi país algo muy hermoso: la danza y la música. Querer lo que somos. Los jóvenes no deben olvidar sus raíces. Es una labor minuciosa que debe ser persistente en los colegios y las universidades, para mantener en el corazón de la juventud el amor por la tierra”.
-Y finalmente, ¿cómo es la ventana por donde mira Yolanda Moreno?
-Me gusta ver la naturaleza, el cielo. Sueño con un mundo feliz.
Texto: Dulce María Ramos / El Universal
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