“Era 8 de agosto de 1817, ese día, como presagiando una tragedia, amanecí triste y mis aguas iban y venían como nerviosas y más aún cuando observaron a hombres venidos de otros lados con cara de asesinos implacables que se apostaron en lo alto del cerro.
Más allá los alcatraces revoloteaban sobre la extensa bahía. Su inquietud era notable, pues su angustia era como una sombra que pintaba el azul de sus aguas con un tinte negro. Las débiles embarcaciones de los pescadores se movían sobre unas olas que presentaban una turbulencia anormal.
Los habitantes de nuestra comarca, valientes pero intranquilos, parecían tigres heridos para lanzarse sobre sus verdugos, mientras yo trataba de desviar hacia otra parte la mirada cruel de aquellos enemigos que vinieron de otros lugares para cometer tropelías y asesinatos y tratar de quedarse con la tierra y las aguas de nuestros antepasados y sobre todo de los aborígenes.
Y sin saber cómo ni por qué se inició aquella batalla, que más tarde se conocería como la Batalla de El Fuerte, y gente corriendo de aquí y de allá entre fuegos y piedras que causaba confusión y hombres caían manchando con su sangre su tierra y su mar, y en esto se oyó una gran explosión que fue causada por la pólvora acumulada en el Fuerte y que muchos dicen que fue producto del arrojo del indio Francisco Adrián, quien nadó a lo largo de la bahía de Juan Griego y logró alcanzar la cima de la colina y llegar al Fortín.
En el frente, cerca de mis predios, unos 300 Guaiqueríes se enfrentaban a los batallones de bandidos, sin rendirse y enfrentando con valentía a sus enemigos, pero la pelea era desigual y optaron por refugiarse en mis aguas y yo traté de ocultarlos de aquellos hombres malos que vinieron de otra parte, pero no pude ante la crueldad y el salvajismo de aquellas bestias humanas que sin piedad ni compasión, degollaron a los bravos habitantes que ofrendaron su vida para defender a su tierra.
Ese día mis aguas se tiñeron de rojo con la sangre de aquellos valientes que en ningún momento flaquearon y que sus mismos enemigos tildaron de Tigres a la hora de enfrentarlos.
Hoy en día el busto del guaiquerí Francisco Adrián en el pie del cerro de La Libertad, recuerda aquellos trágicos momentos, mientras que a mis aguas para recordar aquellos hombres valientes que murieron en mi seno, se les colocó el nombre de la Laguna de Los Mártires”.
Redacción y foto: Emigdio Malaver G. emalaverg@gmail.com / @Malavermillo
Julio 2015
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