Eduardo, mejor conocido como Guaro, camina desde siempre por los espejismos solares de la isla de Margarita.
Desde niño aprendió el lenguaje insomne de las piedras y señaló entre borrascas de mar las rutas luminosas de los astros en fuga. Sabe del color y de los escondites predilectos de aquellos saltamontes heridos de dicha solar en las tardes de Juangriego. Es un príncipe ataviado con trajes de emperador extasiando a la gente con sus fluxes de última moda.
Guaro mantiene entre la Margarita de antes y de ahora, la solidaridad humana entre los pueblos que visita entre los cantos de las perdices traídas por la última lluvia. Guaro es un canto de amor y esperanza entre los vecinos que, alucinados, lo ven desfilar acariciando estrellas al mediodía en punto cuando señala a su antojo a los hombres que pasan hacia los sueños de autopistas y carreteras ignotas pero conocidas por su memoria.
Guaro sin saberlo, practica aquello de Gibran Kalil Gibran y de Pascal: “Si el ser humano no tuviera nada de loco, jamás podría mantener su equilibrio concencial entre lo que dice y lo que hace”.
Fuente: Libro “Perfil Humano y SocialL de Muestra Margariteñedad / Nicanor Navarro
Foto.. de Felipe J. Marval Zabala.
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