A Jesús Avila no le fue fácil destacar en la música margariteña porque tenía muchos años cantando y tocando guitarra y ningún empresario de alguna disquera volteaba su mirada hacia el roblero.
En la isla solo se hablaba de Francisco Mata, Miguel Rivera y dejaban al roblero como un cantante pueblerino.
Jesús Avila parte a La Guaira en busca de trabajo y se enrola en la línea Avensa como cartero.
Mientras trabajó en La Guaira tuvo tiempo el poeta roblero de enriquecer su musa y componer una cantidad de canciones que se llevó en su alma y que solo necesitaban tiempo para su triunfo.
En ese tiempo que estuvo Jesús Avila en el Cerro Morrocoy aprovechó para participar en varias competencias del canto en emisoras varguenses.
En La Guaira de dice que Jesús Avila entre la nostalgia y los sueños con su Margarita compone el cantautor roblero una gran parte de sus canciones.
En Los Robles Jesús hizo una sociedad con sus primos Avila para ir de pesca cada día a buscar el sustento, pues era en el mar donde no solo conseguía el pescado, sino que era su fuente de inspiración.

Una vez que Jesús madura como artista en tierra litoralense se viene a Margarita con sus cañones y logra pegar varios discos entre ellos : El Guanaguanare, el Gallo de Pascualita, Elegía Margariteña y Ciriaco.
Eran los años 80 cuando «Chu Guitarra» empezó a cobrar lo que había sembrado y ya los más reconocidos margariteños lo ubicaron en los más altos niveles de canto insular.
Ya no fue más Jesús Avila segundo de nadie en la música margariteña y empezó a cabalgar como un gigante sobre las alas de su Guanaguanare
Manuel José Ávila Rosa / Cronista de Los Robles
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