La pandemia obliga a los músicos venezolanos a reinventarse

El coronavirus cerró las puertas alrededor del mundo de salas de concierto, espacios bailables y academias. Para algunos músicos parecía haber llegado una pausa interminable, para otros solo era empinarse y continuar, tal como relataron algunos venezolanos, desde tres puntos geográficos distintos.

El flautista y docente Daniel Richardson llegó junto a su esposa y también flautista Flor Elena Ruiz, al departamento de Urabá, Colombia, en febrero de este año. Llegaron para consolidar lo que ya venían haciendo de manera intermitente desde 2018, pero los confinamientos obligatorios los forzaron a las clases a distancia, en línea, por primera vez y ahora la sigue a ella en el nuevo empeño.

“Hemos tenido que levantar un grupo de niños desde un nivel de conocimiento muy elemental, hasta comenzar a cumplir objetivos de repertorio en pocos meses y a través de internet. Nos ha cambiado a todos”, explica.

Richardson, oriundo de San Cristóbal, estudió en el Conservatorio de La Chaux-de-Fonds en Suiza y sirvió como docente en la Universidad Nacional Experimental del Táchira.

Aunque han tenido resultados halagüeños en Colombia, no todo ha sido color de rosa, añade. “Nos hace mucha falta la clase presencial, nos afecta la mala calidad de la conexión, el retraso en el audio o la desconexión aleatoria”.

Sin embargo, el músico asegura que están “muy orgullosos de los niños, que se han aplicado a participar de cada proyecto”.

“Utilizamos Zoom para todas las clases”, pero también han generado material educativo “para aquellos que no tienen esa posibilidad o la disponibilidad horaria” y lo publican en su canal de Youtube.

El barquisimetano Manuel Rojas, egresado del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles, lo ha llevado a ser hoy día uno de los flautistas más reconocidos de Venezuela, pero ya “vivía” desde 2012 de impartir la docencia por internet, ofreciendo incluso clases magistrales.

Lleva dos años en Houston, Texas, allí se residenció junto a su esposa y dos niños cuando viajaba junto al cuarteto experimental Ensemble Garrufío y decidió enrumbar su vida, desde Estados Unidos.

“Los últimos dos años, antes de venir, vivíamos de las clases online. Yo tenía alumnos de todo el mundo, de Europa, América; tenía doce o catorce alumnos (…) para como estaba Venezuela… vivíamos tranquilos”, rememora.

Manuel acaba de grabar un disco, tiene un puesto en la prestigiosa Houston Latin American Philharmonic, dirige el campus de una escuela de música cristiana y la popularidad de las clases en línea le ha abierto más puertas.

“Esta pandemia para mí ha sido muy beneficiosa. Como músico ha sido de las mejores cosas que me han pasado este año”, dice sin rubor, ríe a carcajadas.

Dice que cuando inició sus pasos como maestro por internet no creían en él.

El cuatrista Henry Linárez se estableció en Miami y, junto a su esposa Rebeca Linárez, montó un estudio de grabación en su propia casa en la ciudad de Miramar.

Ya daba clases por internet, a lo que ha unido conciertos y charlas con otros profesores, pero dice que se ha convertido también en el consuelo para “alumnos y amigos que han estado muy tristes por esta pandemia”.

“¿Tú sabes qué es lo más fuerte de esta pandemia? Que no hay abrazos, no hay alegría”, reflexiona, mientras recuerda cómo los cierres de negocios y escuelas y los mismos confinamientos le trajeron la idea de ampliarse y continuar.

Actualmente, Linarez tiene unos 15 alumnos distribuidos por EE.UU. y otros países. Su vida, dice, está llena de nuevos proyectos y maneras distintas de seguir en lo que ama, la música.

Con información de: https://www.voanoticias.com/

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