Nevado: El perro del Libertador Simón Bolívar

En junio de 1813, el Libertador Simón Bolívar hizo una parada cerca del pueblo de Mucuchíes, durante el recorrido con su ejército por los Andes venezolanos. Allí se consiguió con un enorme perro lanudo, negro como el azabache y con pintas blancas sobre orejas, lomo y cola que parecían copos de nieve; el can se abalanzó sobre un escolta de caballería para defender su casa. Los soldados soldados listos para embestir contra el perro, recibieron la voz del mismo Bolívar pidiendo que no se le hiciera daño y elogiando la grandeza y hermosura del ejemplar.

En ese momento, el dueño de la casa, Don Vicente Pino, llamó al perro por su nombre, Nevado, y éste respondió sin chistar yéndose al patio. Don Pino se puso a las órdenes del ejército del Libertador, y al despedirse, para continuar hacia Mucuchíes, Bolívar, aún admirado por la valentía de aquel fiel animal, le pidió a Don Pino que le consiguiera un cachorro de esa raza. Un rato después, el General recibió a un niño con el encargo, pero no era un cachorro sino el mismísimo Nevado, acompañado por un indígena llamado Tinjacá quien, demostrándole a Bolívar con un singular y profundo silbido que el can le era fiel, se unió a su ejército para cuidarlo.

Así comenzaron las aventuras de Nevado y Bolívar, un hombre muy sensible y amante de los animales, lo alimentaba de su propia mano y recibía a cambio cariño, a veces tan efusivo que se dice que más de una vez lo vieron tambaleándose cuando Nevado le llevaba sus patas al pecho para lamerlo.

La amistad de Bolívar, el perro Nevado y indio Tinjacá se hizo muy fuerte. Nevado era muy conocido y entró victorioso a Caracas junto a su ejército, tras culminar la Campaña Admirable, recibiendo contento las flores que se enredaban en su pelaje. Perro héroe, pues se decía que en los campos de batalla se podían oír su ladridos cuando, fiero, atacaba a los enemigos.

El 24 de junio de 1821, en la Batalla de Carabobo, Bolívar recibió una terrible noticia. Cuando sonaba la diana de triunfo, el Libertador fue informado de que Nevado y Tinjacá habían sido heridos de muerte. Al buscarlo entre los heridos llegó hasta Tinjacá quien solo pudo escucharle decir “Ah, mi General, ¡nos han matado al perro!” A poca distancia yacía Nevado atravesado por una lanza y con su largo pelaje tinto en roja sangre.  Cuentan que una lágrima de dolor brilló en los ojos de Libertador.

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