De la herencia de David Brito quedó un terreno ubicado frente a la cancha de Los Robles entre Rosendito y Licho José Avila. A Luís Anibal el hijo más pequeño de David Brito se le ocurrió hacer un bar en ese terreno tan pequeño y lo hizo con una buena distribución. Una pista de baile con tarima de cemento y todo, una pista grande y sus barandales. Al final del terreno hizo una cantina para la venta de las bebidas y en el fondo dos baños para damas y caballeros.
La visión de Luís Anibal estaba cercana a la realidad de los años 60 y 70 porque el centro de Los Robles estaba conformado por bares como La Gloria, San Judas Tadeo, 12 de octubre, el festejo de María Guerra, la bodega de Rosendito la Bodega del Negro Chocolate, La Bodega de Lencho Subero, la Bodega de Pascualita, el Bar Cine Zaragoza, El Correo donde Hilda Brito, el Kiosco de Pedro Carmen. Toda una constelación de negocios que hacían posible poner otro bar y generar ganancias.
Se buscó Luís Anibal a gente de su entorno familiar y puso al más jodido de todos o el más correcto a su sobrino querido Johnny Guerra como administrador y al resto de mesoneros, limpiadores, cargadores y vigilantes. En ese grupo estaba la descendencia de Hilda Brito, de Emelina y de Estilita. Se fue Luís Anibal por lo seguro controlando la administración y ese funcionario era prácticamente su jefe de personal.
Tanto fue así que siguió con su oficio de pintor de brocha gorda que junto a su partner Evelio Rosas pintaron medio Porlamar en los 60-70. Era en las nochecitas cuando recordaba que era el socio mayoritario del Bar Marino en una sociedad con Toño Mago y Pedro Pollo. Esa juntilla no duro mucho porque Luís Anibal que era un hombre muy correcto no terminó entendiéndose con sus amigos y se acabó la sociedad muy rápido. Las ventas desde el primer día eran muy buenas y las ganancias fueron importantes. Por eso se trajo a Los Blancos de Maracaibo para roncarle en la cueva a Pitoco González que no salía del Combo DImagio y de los Grand Rojos.
El Bar Marino era pequeño, pero confortable y bien distribuido. Por eso fue un acierto ese negocio para la época porque a muchos no le gustaba la bullaranga y el gentío que iba al Bar la Gloria y a los otros bares no les atraía por la calidad de la música. No estuvo muchos años abierto el Bar Marino porque vino la etapa de cierre de los bares y empezó a perderse la tradición de los pueblos de tener bares, galleras, cines, etc.
Aunque me dijo el cronista jurídico de Los Robles Johnny René Guerra que ese negocio del bar estuvo funcionando muchos años manejado por las Morochas Ynés y Leonor Guerra que eran unas mujeres echadas para adelante y que nunca le tuvieron miedo a nada. Con razón Estilita y Emelina siempre fueron unas matriarcas de alto fuste que siguieron la casta de la herencia de sus tías.
A Luís Anibal le correspondía solo supervisar y con su pantalón de jean, su camisa metida por dentro y su cigarrillo que nunca abandonaba echaba humo para el cielo y marchaba a paso marcial como retando a todos los demás actores de los bares de Los Robles. Y Johnny Guerra cuando lo veía entrar a paso marcial sonreía porque Luís Anibal se desentendía y aparecía como estela fugaz solo a revisar como iban las cuentas.
A Johnny Guerra le tocaba más fuerte porque lidiar con la flojera de algunos de sus primos que no estaban acostumbrados a la brega diaria no era tan sencillo. Por eso Johnny usó la vieja estrategia de convivir con sus primos, hacer sancochos y tomarse sus frías que eran cortesía de la gerencia para poder exigir trabajo.
El Marino se convertía de noche en el Hotel Las Flores con hamacas colgadas de los barandales para estar hasta altas horas de la noche entre chistes y cuentos de caminos. La ola de beneficios era tan importante que Carlitos “El Pelúo se vino de La Guaira dejando por detrás trabajos importantes y el negocio del contrabando que practicó Estílita en Macuto por décadas. No le faltó seguridad al Bar Marino porque se implementó por sugerencia de Johnny Guerra dormir en su hamacas en ese espacio de la diversión y con Licho Toño y Carlitos “El Pelúo” formaron un trío de cancerberos que custodiaron por años los intereses del popular “Culo e´ Gato.
Dejó el Bar Marino sus huellas en la tierra roblera y formó junto a los otros bares lugares importantes en la historia de la diversión pilarense.
Por supuesto que Luís Anibal cambió de escenario a la hora del baile de pasodobles con Elena Guerra que antes era un espectáculo en el Bar La Gloria y existen gráficas en las cuales el hijo de David Brito y Estílita danza como un balletista al compás de la música española.
De todas maneras le cambió la vida al pintor de brocha gorda de Los Robles que cuando llegaba con Evelio Rosas del trabajo en Porlamar ya no se sentaba a escuchar los juegos de pelota, sino que la supervisión de su Bar Marino que se convirtió en lo más importante de esa época.
Los recuerdos del Bar Marino todavía están vivos en la memoria de los robleros y cuando pasamos por el frente y vemos los árboles inmensos que han crecido en sus predios y el kiosco que hizo “La Ruca” de Estílita para poner una venta de revistas, no me queda sino pensar que no ha cristalizado más nada en un espacio que se quedó congelado para siempre con el nombre de Bar Marino.
Todavía cuando veo a Pulmonar caminando por las calles de Los Robles recuerdo el aplique que le montaba el Pelúo y Johnny Guerra sobre el cáncer de pulmón para desatar un ataque de pánico en un hombre tan nervioso como el hijo mayor de Hilda. Ayer vi a Leonel “Cupaño” Mendoza que tenía tiempo que no lo veía desde que con Carlucho “Gigio” y Gerson Avila trataban de ganarme jugando tenis de mesa bajo la mata de tamarindo en el patio de Hilda Brito de Mendoza.
Todavía cuando paso frente al Bar Marino me detengo a mirar hacia adentro y recuerdo a Luís Anibal Brito “Oreja de Campana” que fue mi amigo y de mi padre con su caminar tongoneado y su estilo inigualable a la hora de hacer su marcha marcial lanzándole humo a los aviones y como retando a Dios a un combate en la tierra.
Recopilación: Manuel Avila (Cronista de Nueva esparta)
Foto: Referencia
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