Diego Rísquez margariteño que cambió el pincel por las cámaras

Diego Rísquez nació en Juan Griego, en la isla de Margarita, el 15 de diciembre de 1949. Vivió en en Italia, Suiza y Estados Unidos, pero siempre volvió a Venezuela.

Estudió en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas, donde debuta, en 1971, con su primera participación teatral, una versión satírica de Hamlet, dirigida por el profesor Antonio Oliveri. También se formó con Levy Rossell en actuación e hizo teatro de calle con el grupo Tiempo Común, de Hugo Márquez.

Esas experiencias casi lo convencen de dedicarse a la actuación. Pero la cámara lo llamaba. Hizo El entierro de los valores (1970) y El misterioso secuestro de las gafas negras (1973). Ese mismo año 1971 formó el Grupo Semilla, una iniciativa de los estudiantes de Comunicación Social de la UCAB para hacer de la imagen el foco de su expresión, en vez de la palabra escrita predominante en las aulas. Sus aliados, Carlos Oteyza, Alberto D’Enjoy y Gonzalo Ungaro. Su primera cinta, Siete notas, tuvo a Rísquez como protagonista.

En 1975 comenzó su primera etapa cinematográfica, enmarcada en un rabioso underground de expresión abstracta. Fue un pionero del género performance. Filmó A propósito de Simón Bolívar (1976), Poema para ser leído bajo el agua (1977) y A propósito de la luz tropical (1978) -filmado en El Castillete de Reverón con las muñecas originales. «Era un arte que él llamaba Multimedia y terminó siendo anticipo de todo lo que hoy vemos en redes sociales, por ejemplo haciendo una pieza que luego se expuso en la Cinemateca Nacional titulada A propósito del hombre de maiz (1979).

En los años 80, Rísquez impulsó el movimiento de vanguardia más importante del cine nacional y reconocido a nivel internacional. Se realizaron eventos, festivales, proyecciones continuadas. El país vivía el formato mínimo como una posibilidad de hacer más cine y más juegos con la imagen.

Diego Rísquez fue director de arte en cinco largometrajes venezolanos: Roraima (1993) y La voz del corazón (1997) de Carlos Oteyza, Piel (1997) de Oscar Lucien, Salserín, la primera vez (1998) de Luis Alberto Lamata, y una adaptación de Doña Bárbara dirigida por Betty Kaplan (nunca estrenada). AL mismo tiempo trabajó para tres producciones francesas realizadas para la televisión. Junto con estos trabajos se cuentan dos más, como actor, en los largometrajes venezolanos Tierna es la noche (Leonardo Henríquez, 1990), que protagonizó, y en la misma Roraima.

«Cuando hice Manuela Sáenz (2001), ella era sólo un nombre sin rostro para muchos venezolanos y Beatriz Valdés, luego de mi película, se convirtió en ese rostro para las masas, allí redescubrieron un personaje. Creo que el arquetipo de Reverón se va a desmontar con esta película», dijo Diego Rísquez en una entrevista en 2011.

Le siguió Francisco de Miranda (2006), también escrita por Leonardo Padrón, hasta desembocar en Reverón (2011), que escribió junto a Luiggi Schiamanna y Armando Coll, El Malquerido (2015).

En 2017, Rísquez preparaba un proyecto basado en la vida del cacique Guaicaipuro, pero el tumor cerebral lo hizo bajar el ritmo. Ese tumor provocó que el cineasta hiciera su acto final en el mundo terrenal el 13 de enero de 2018.

La filmografía del margariteño Diego Rísquez queda como cátedra y escuela en Venezuela.

Con información de: https://elestimulo.com/

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