HUELLAS Y PRESENCIAS INSULARES: EL MARGARITEÑO ¿UN MESTIZO DISTINTO? (II)

En la Margarita que nosotros conocíamos existía una especie de mentalidad colectivista, fundada, no en la ausencia de la propiedad privada, sino en el uso colectivo de las cosas. Para el margariteño de entonces, el concepto de propiedad iba más allá que el de la propia pertenencia de una cosa. Ese derecho se extendía a su vecino, o a quien la necesitase.

El margariteño era un hombre siempre atento al llamado de auxilio, sin distingos de clases ni de nacionalidades. Las puertas de sus viviendas permanecían abiertas en espera permanente del visitante. En muchos casos ese visitante debía anunciarse a voces, como era costumbre hacerlo en la Isla, posiblemente debido a que una mayoría de las casas carecían de puertas donde realizar el acostumbrado toque.

El crimen u otros delitos eran acontecimientos tan excepcionales, que cuando se producían, a pesar de la carencia de medios de información, eran conocidos en todo el territorio insular con una celeridad impresionante. No existían cárceles. El edificio donde funciona actualmente uno de los principales centros de enseñanza de educación media en el Estado, se comenzó a construir destinado para cárcel pública. Como no era necesario, por ausencia del delito, se modificó y sus celdas se convirtieron en aulas: lo que en un principio estaba destinado a cercenar la libertad del hombre, a ponerle cadenas, se transformó en un centro de enseñanza donde se aprende a vivir en libertad.

Sobre este mismo tema el criminólogo Elio Gómez Grillo, en su sección “Hora de Audiencia” del diario El Nacional, de Caracas, dice: “Los margariteños son los venezolanos menos delincuentes. En el país, ellos son los que menos matan, los que menos hurtan, los que menos incurren en faltas policiales, los que menos son arrestados, los que menos cumplen condenas o la esperan en los establecimientos penales del país. De ellos podemos sentirnos orgullosos y envidiosos -con la envidia buena que provoca la virtud- todos sus compatriotas. Porque ellos son como un compendio de todo lo mejor y más hermoso de la tierra venezolana”.

En términos parecidos ya se había expresado Fray Iñigo de Abbad en 1.781, refiriéndose al guaiquerí margariteño. Posteriormente en 1.876, Fausto Teodoro de Aldrey, en Apuntes Estadísticos del Estado Nueva Esparta, dice, refiriéndose a las estadísticas del crimen en Margarita: “Allí es tan raro y excepcional el crimen, que la Estadística no necesita registrarlo…”

Podríamos continuar con una larga lista de testimonios que registran esta forma de ser y de vivir del margaríteño, comenzando por los que producen los primeros cronistas que llegan a América. Sin embargo, creemos que lo expuesto resulta suficiente para formar una visión amplia y clara de Margarita y su gente, que ayude a comprender la urgente necesidad de rescatar y registrar para la historia, todas aquellas formas de ser y de hacer, presentes en la cultura margariteña, ya que, en “…el contexto de lo histórico, la labor de rescate referida a cualquier estado de la actividad humana, tiene un valor específico y de notable importancia, como coordenada de referencia para el enfoque verídico del acontecer que se pretende reconstruir o interpretar…” .

(Tomado de Heberaldo Rodulfo Mata en ARTESANÍA FOLKLORICA MARGARITEÑA, 1994)

Recopilación: Cronista Verni Salazar.

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