José Palacios nació en Capaya, estado Miranda, en 1777, en una hacienda propiedad de la familia materna de Simón Bolivar.
José Palacios era un esclavo libre, manumiso, cuyo apellido lo recibió de la familia Palacios y Blanco, y formaba parte de la servidumbre en la casa natal del Libertador.
Cuando Doña María de La Concepción, madre de Bolívar, se vio en trance de muerte, le pidió a José que cuidara hasta el final de sus días a Simón José Antonio. Desde entonces el negro José Palacios comienza a cumplir su promesa. Siempre de forma activa, leal y sacrificada, para atender al niño, al joven, al adulto y al Libertador Simón Bolivar hasta su muerte el 17 de diciembre de 1830.
José Palacios lo acompañó durante 38 años, como leal confidente en buenos y malos momentos. Juntos viajaron a Europa en 1803. En 1807 visitaron Estados Unidos de Norteamérica. Le acompañó a Londres en su misión diplomática junto a Andrés Bello y Luis López Ménde, así como en las campañas emancipadoras en Venezuela.
José acompañó al Libertador en Carabobo y al Sur del Continente, hacia Bogotá, Lima, Quito y La Paz. Su afán por atender diligentemente a Bolivar se manifestaba por la pulcritud de su vestuario, correcta alimentación, vinos adecuados, perfumes y la seguridad ante todo. Cómo mayordomo de plena confianza.
En 1825, en Lima, administraba la partida asignada por el Gobierno Peruano al Libertador. El 25 de Septiembre de 1828, la noche del atentado contra Bolivar, los quebrantos de salud de Palacios le obligaron a alojarse en una instalación cercana. Lo que evitó que lo asesinaran como a los edecanes esa noche.
El 27 de Abril de 1830, Bolivar decide renunciar a toda aspiración de mando. De Cartagena se traslada junto a Palacios a Barranquilla. Pero el 1 de Diciembre, a instancias del General Mariano Montilla es trasladado a la hacienda de San Pedro Alejandrino. El 10 de Diciembre Bolívar dictaba su testamento, dónde dejaba a Palacios 8.000 Pesos como remuneración a sus constantes servicios.
El 16 de diciembre, ya en sus delirios febriles, la última persona a quien se dirigió Bolívar fue al fiel mayordomo: «Vámonos, vámonos, está gente no nos quiere en esta tierra…lleven mi equipaje a bordo de la fragata».
En diciembre de 1842, cuando llegaron a Caracas los restos del Libertador, el noble Palacios estuvo en la ceremonia junto a la negra Matea. Así cumplía a cabalidad la promesa que hiciera a Doña María de la Concepción Palacios en su lecho de muerte.
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