Palestra Insular: El sicólogo Roblero

Cuando Licho Pavo llegaba con su autobús a Los Robles a buscar a los estudiantes de uniforme color caqui a eso de la 1:00 de la tarde donde los estudiantes robleros esperaban el bus amarillo para trasladarse al Liceo “Nueva Esparta” de Porlamar ya los muchachos habían escuchado varias veces las canciones del momento Dame Paz, dame amor, El aire que respiro, Carmesí y Pétalos, Mitchel, Cuando nos casemos, Fotografía, En Busca de Hogar, Con tu blanca palidez, Sin ti, Tren de media noche a Georgia y tantas canciones mejicanas y latinoamericanas que embriagaban el ambiente roblero desde la rockola del Bar San Judas Tadeo de Chila García Acosta.

Eran momentos de estudiantes de verdad que se la jugaban todas por el conocimiento y cuando ser bachiller era para superdotados. En ese clima estudiantil y en esa muchedumbre de estudiantes iba Joel Guerra Franco un compañero de estudios que destacó en sus años de bachillerato hasta graduarse con una generación que en la promoción “Julio Alfonzo” salimos dispuestos a ir a triunfar a las universidades nacionales.

De ese grupo de graduandos salió Joel Francisco con su dirección definida a estudiar en la Escuela de Psicología de la UCV donde desarrollo su liderazgo en las pocas aulas de la escuela de Sicología que formaba parte de la Facultad de Humanidades y Educación de la UCV.

Cercana a la tierra de nadie de los verdes jardines de la Casa que vence las sombras y a 600 metros del Reloj de la UCV y donde el Chichero marcaba la ruta del jolgorio estudiantil en las cercanías al OBE que con sus becas permitió a los estudiantes de distintas partes del país tener acceso a beneficios económicos para continuar las carreras universitarias.

Esa combinación de la Organización de Bienestar Estudiantil y las suculentas comidas del comedor de la UCV hicieron posible que los estudiantes margariteños provenientes en su mayoría de estratos populares pudieran cristalizar sus sueños de convertirse en profesionales de la República.

Su paso por la Escuela de Psicología de la Central fue rápido porque en cinco años ya Los Robles tenía un sicólogo en Joel Francisco Guerra Franco, el hijo de Chu Guerra y Emeteria Franco que no se vino a Margarita como lo tenía previsto porque tuvo una oferta importante de trabajo en la PTJ hoy CICPC que en Parque Carabobo necesitaba de personal joven y calificado para combatir el delito en Venezuela.

En esa institución terminó Joel de pulir sus conocimientos prácticos de las sicología y aprendió a conocer la siquis del delincuente venezolano y a tratar con categoría terapéutica a miles de ciudadanos con taras mentales que requerían tratamientos de expertos en esta materia.

En esa institución esculpió Joel sus ascenso en el escalafón y una vez superados los niveles de ascenso llegó la hora de volver a su tierra Los Robles donde sus sueños de vivir en un hogar con su esposa y amor de su vida Rita García lo hicieron apurar el paso para el cambio a la isla en el CICPC que le permitió cumplir sus labores en el Hospital “Luis Ortega” donde realizó una extraordinaria labor por varios años y donde su alto nivel profesional le hizo ganarse el respeto de sus superiores.

Se instalaron Joel y Rita en la casa de su suegra Carmen Leonarda en los predios cercanos al Cerro de La Ermita donde tuvo a su otro amor Melisa que formó junto a su apreciada suegra un hogar sólido y lleno de felicidad.

Así transcurrió el tiempo de Joel Francisco en Margarita que cambió el bullicio de Caracas por la tranquilidad de esta tierra de amor y paz. Así se jubiló de su trabajo público en la PTJ y en ese lapso de tiempo mantuvo su liderazgo entre sus compañeros realizando influencias importantes en la unidad gremial de los sicólogos en la isla donde junto a sus colegas Rosa Campobaso, Engels López, María Bocaney y tantos otros sicólogos que habían en la isla mantuvieron una confraternidad profesional que sirvió de modelo a otros gremios en la región.

Después de su jubilación y con el fin de su asesoría en la Escuela de Niños Especiales del Palo Sano se cansó Joel del ejercicio profesional porque con la aparición de la Onapre y el control de los sueldos se volvió nada y se diluyeron los salarios con la muerte del bolívar y la aparición del dólar como la moneda nacional.

En ese momento Joel buscando una salida a la crisis decidió incursionar con unos familiares en el mundo de la gastronomía y puso junto a su esposa Rita una sociedad que lo llevó a convertirse en una especie de comerciante de la gastronomía con la instalación de un restaurante en plena avenida “Jóvito Villalba” con un acierto espectacular que hizo en poco tiempo convertirse en uno de los más importantes restaurante de la isla y que por su privacidad y calidad gastronómica se posesionó de popularidad por la calidad de sus platos.

Claro que todo no podía ser de felicidad porque la envidia apareció en escena y la mala voluntad que existe entre los humanos llevó a quienes no aceptan el triunfo de los demás a torpedear y poner piedras en el camino como obstáculos para evitar el éxito de los demás.

Por eso Joel me dijo un día que al no comprender la tozudez de la ignorancia había decidido lanzar al cesto de la basura sus conocimientos de la sicología porque con la revolución se le trastocó el cerebro a quienes desde los predios de la ignorancia solo pensaban en hacer daño para evitar el desarrollo de su emprendimiento familiar. Es triste ver como la envidia y la ignorancia se juntan para impedir que la gente con ganas de crecer avance en sus proyectos de vida.

El mantenimiento de sus lirios al frente de su negocio cada mañana era la rutina diaria de Joel Francisco que se convirtió en una especie de gerente de operaciones al comprar cada día los insumos para la actividad culinaria diaria.

Había cambiado por necesidad su trabajo terapéutico de atender pacientes con necesidades de equilibrio mental por la gerencia de mercadeo de la empresa y en cada actuación dejaba huellas que levantaban ronchas entre sus enemigos declarados que lanzaban dardos al aire y le pusieron trabas con denuncias en la Dirección de Ambiente Municipal para tratar de frenar su carrera hacia el éxito comercial.

Pero la terquedad de Joel le mostraba a sus rivales que la inteligencia siempre estará por encima de la ignorancia y eso lo llevó a cultivar sus lirios cada día y a embellecer el ambiente para que su negocio prosperara ente los ojos de los envidiosos.

Esa enfermedad de sus rivales las trató Joel con mucha habilidad para dejar en el camino los reconcomios y odios enfermizos que en nada alteraron la trascendencia de su ser.

Atrás dejó Joel el canto coral, los tratamientos sicológicos y junto a su Rita amada salieron adelante en su luchar por consolidarse en una sociedad de envidiosos donde la pobreza mental trata de horadar la grandeza de los hombres.

Se quedaron en el camino muchos sueños de vida, de cantos, de poesía, de pueblo, de costumbres y Dios necesitó en el cielo un gerente de afectos y se llevó a Joel Francisco para que ocupara ese lugar en un espacio de la paz, de la luz y del amor.

A mi amigo Joel Francisco este pensamiento existencial “La vida y la muerte se unen en una especie de cataclismo de los afectos para dejar enseñanzas en los seres con luz que con mucha fuerza en sus vibraciones emocionales generan envidias en quienes no terminan de entender que comiendo uñas o mirándose el ombligo no se puede trascender al camino de la grandeza”.

Texto: Manuel Ávila (Cronista de Nueva Esparta)

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