Estoy frente a ti / y suelto las trenzas de mi pelo negro/ para que las penas se pierdan en lo oscuro/ Entonces, la fuerza del amor pasa de oído a piel hasta hacerse evidencia. / De alguna manera presiento la llamada,/ de otra manera deseo la certidumbre,/ por eso, me arriesgo en la candela/ Así se alza en mi corazón lo estremecido/ Acontecida, / mi bata resbala, / tan seda como tus dos manos/ Está caída conoce de la dicha,/ pero en ella,/ ¡Cuánta voluntad de infinito!/ ¡Átame sin cuerdas y sin nudos!/ ¡Cítame para despuntar esta espesura/ que sólo de mar sabe! / ¿Quién sino yo conoce la abundancia de tu pecho?/ ¿Quién sino tú intuyes secretos en mi aliento?/ Búscame allá de lo asombroso/ ¿No es el suelo suficiente testigo de las vestiduras?/ Desde la tierra/ una querencia de lluvia/ cabalga la demasía del monte/ ¡Y cómo se empapa la locura!
Del libro «Caudalía» de Magaly Salazar Sanabria
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