Un gran amigo y compañero de estudios en el hoy no tan querido y famoso Liceo Nueva Esparta, después de graduarse de bachiller, decidió trasladarse a Mérida para hacerse profesional; en Margarita no había condiciones para seguir una carrera Universitaria y era necesario trasladarse a Caracas u otras ciudades del país donde había universidades; no fue a la cercana Cumaná porque no ofrecía lo que él quería: odontología. ¡Y se hizo odontólogo! Por cierto que desde allá trajo la tradicional “ponedura del niño” y lo hace en su barrio Punda, cada vez que se presenta la época navideña.
Cuando estaba estudiando, siempre le mandaba a su papá un telegrama o un “recado” con alguien que viniera desde donde él estaba: “Papá, mándame pa’ comprá amalgama– material que se usa o usaba en la especialidad- mándame pa’ comprá amalgama… Su padre trabajaba como repartidor de las carretas con sus respectivos voceadores, quienes tocando su campanita, vendían los famosos helados “El Trompillo” que para la época costaban 12 céntimos y medio ; es decir, una “locha” o la octava parte de un Bolívar; piense en el sacrificio que hacía aquel señor. Y el recado allí: “Papá, mándame pa’ comprá amalgama… manda…eso era a cada rato. Se presentó una de esas situaciones económicas difíciles que nunca faltan en los hogares de pocos recursos y no faltó la llegada del “mándame pa’ comprá… y el viejo le mandó su respuesta de inmediato: “!Amargá me tienes tú la vida a mí con esa pedidera de centavo a cada rato!” ¡Termina de graduarte, muchacho’el carajo!
Ya graduado de “sacamuelas”, se presentó en el consultorio una señora de la Isla de Coche a quien el querido músico Melchor Suárez (q.e.p.d) se lo recomendó. “Doctor, vengo por aquí para que haga una plancha; yo se la pago poca poca” ¡Cómo no doñita; basta que venga de parte de ese vagabundo de Melchor! Le respondió el doctor. Tomó sus medidas y comenzó a hacer la plancha. La señora venía de vez en cuando y le traía al joven odontólogo hueva e’ lisa, erizo, tripa e’ perla, pescao salao y otras especies marinas. Pasaron algunos meses, la señora no volvió a pasar por el consultorio; el doctor se preocupaba pero luego, con el pasar del tiempo, se olvidó. Un día, la señora se apareció de nuevo: “Doctor; vengo con mucha pena. Estuve muy enferma pero reuní los centavitos para pagar el resto y llevarme mi plancha”. El hombre se rasca la cabeza preocupado y comienza a buscar; registró cada rincón del consultorio que ocupaba uno de los cuartos de la casa; ¡Nada de nada! Buscó en toda la casa y nada; toda la mañana buscando y nanai nanai. Le preguntó a su mamá; ¿Mama, tú no has visto una plancha por aquí? Ésta buscó en un lugar de la cocina y… ¡Aquí está la plancha, mijo! ¡Tómala!
Fidel Indriago, el joven odontólogo en cuestión, respiró tranquilo y cuando la señora regresó en la tarde, después de hacer algunas diligencias en el centro de Porlamar, éste, muy orgulloso, le entregó la prótesis; la señora se la probó y muy contenta le dijo: ¡Muchas gracias doctor, usted es un vergatario! Después que la paciente se fue, Fidel se acerca a su mamá y le dice: ¡Gracias mamá; me salvaste la vida; yo daba esa plancha por perdida; gracias! A lo que la mamá le responde; ¡Ay mijo; hazme otra que esa era muy buena pa’ raspá mondongo!
…”cuando morrocoy va’lante, ni que lo fajen chiquito”
Cacha Blanca
Tomado del libro: “Ocurrencias de mi gente” de Carlos Mujica “Marunga”
Únete a nuestro canal en Telegram.
¿Eres talento venezolano y deseas que publiquemos tus notas y sonemos tu música? Envíanos el material a otilcaradio@gmail.com
Contribuye con la promoción y difusión de la
producción artística venezolana, realiza tu aporte