Palestra Insular: El Campanero de Los Robles

Palestra Insular: El Campanero de Los Robles

Por anda siempre bien vestido, bitoqueado y acicalado le pusieron el sobre nombre de Pitoco a Luís Beltrán González, el hijo de Polo que es hermano de Fina y esposo de Aura, la mujer de sus amores. Y es que Pitoco realizó grandes faenas políticas en su pueblo Los Robles al fungir de campanero de los buenos para sustituir a Urbano como uno de los mejores que han pisado el Campanario de Los Robles. Sabía tomarle el ritmo a la música para el baile y tenía el pulso para anunciar a su pueblo con el sonido de las campanas sobre una muerte en el pueblo con sus dobles para anunciar los fallecidos en el pueblo y para celebrar las misas y las fiestas de la Virgen del Pilar y San Judas Tadeo.

Luís Beltrán González fue Miembro Honorable del Centro Ideales del Municipio Aguirre junto a Pedro Simón Navarro, Diego Rosas, Pedro Antonio Mendoza, Cándido Avila, Pedro Cecilio Salgado, Freddy Ruiz y tantos otros que por años trabajaron para honrar a la patrona y co-patrono de las festividades robleras.

A Pitoco, jovitero de nacimiento que siguió las propuestas ideológicas del “Tribuno de América”, Don Jóvito Villalba y su partido URD fueron muchos años de lucha combatiendo a Acción Democrática, pero los blancos con su táctica lograron convencer al locuaz hijo de Polo que con Acción Democrática se vivía mejor. Ya había pasado el episodio cuando Jóvito Villalba muy molesto porque supo de la traición de Pitoco al irse a las filas adecas por su melosa amistad con Morel Rodríguez y eso bastó para que en su mitín en la Plaza del pueblo gritó a todo pulmón cuando vio a Pitoco asomado en la masa urracos que escuchaban al líder amarrillo “Aquí en este pueblo hay un pito que yo no toco” para referirse a Luís Beltrán González, que no le dio la cara al líder de URD porque había abandonado la causa amarilla.

Desde ese momento no se dio alguna actividad de AD en Los Robles donde no participara con su megáfono “el Popular Pitoco” que solo necesitaba agua, un carro con chofer y un botuto para salir a anunciar las candidaturas de URD primero y luego las candidaturas adecas las actividades de AD y la inauguración de sus obras. Con el nombre del “Popular Pitoco” se anunciaba el urredista que usaba su prestigio político para señalar “los invita el Popular Pitoco” que era su eslogan para tratar a la gente en sus bares.

Pero no solo hizo vida política Pitoco sino que le correspondió administrar el famoso “Bar La Gloria”, uno de los bares de mayor historia en Margarita y donde se esmeró por muchos años a dar diversión a los pobladores de Los Robles. De ese espacio salió Pitoco por la puerta grande y en disputa con los dueños del local, pero consiguió la mano amiga de su compadre El Negro Chocolate que en un gesto de amistad le dijo “compadre a usted no lo dejaré morir mientras esté vivo”, y eso bastó para entregarle un terrenito que estaba al lado de su casa de habitación para fabricar otro bar con el nombre del “Ponsigué” que le permitió conseguir el sustento diario por muchos años.

A Pitoco lo quería su pueblo porque era un hombre con el chiste a flor de labios, servidor público a toda prueba cuando estuvo por años en la Junta Comunal de Los Robles y por supuesto como hombre llano que con su panita transitaba todos los mediodías y en horas de la tarde con un poquito de comida para María Gabina o para su compadre Gabino. Cuándo murió el roble Pitoco el pueblo estuvo triste y las campanas doblaron largo rato para honrar al campanero de su pueblo, las angoletas pitaron al compás de su sepelio y por supuesto los que aprendimos a valorarlo lo tendremos siempre en nuestro pensamiento. Allá se va Pitoco a reunirse con sus hijos Héctor y Edgard, pero a seguir silbandito como lo hacía siempre con las manos metidas en el bolsillo y con la elegancia de sus trajes que le permitieron andar pitoqueando por las calles de Los Robles. Todavía los robleros recordamos los bares “La Gloria” y “El Ponsigué” como los sitios emblemáticos de la felicidad de los pilarenses. Tampoco podemos olvidar las botuteadas de Pitoco a quien le encantaba que le dieran la palabra para salir en carros a invitar a las comunidades para recibir a Don Jóvito Villalba que fue el líder político de su generación y por URD dio sus mejores esfuerzos vocales y de organización para lograr triunfos importantes en el mundo de la política.

Del chiste a flor de piel, sus exageraciones y el amor por Aura y su familia quedaron recuerdos importantes entre los familiares que tuvieron en Pitoco ese líder familiar que veló por el bienestar de su gente.

Enseñanzas dejó Pitoco a sus hijos que todavía recuerdan sus episodios de trabajo en los bares que administró y sus correrías por el pueblo que lo hacían un hombre alegre que con sus chanzas se ganaba el cariño de su pueblo.

Como “Campanero de Los Robles” le correspondió a Pitoco la compleja tarea de suplir a Urbano, uno de los mejores ejecutores de las campanas en Los Robles. Desde ese espacio del Campanario hizo Pitoco su campo de pruebas de sonidos que eran seguidos de cerca por los pobladores del Pilar. Y es que Pitoco le dio características de sonidos obligados a los habitantes de este pueblo margariteño. No era fácil para los pilarenses dejar de escuchar las campanadas de las 12:00 m. y las 6:00 p. m., los anuncios de misas, de sepelios, de muertos en el pueblo y hasta de cumpleaños.

En ese espacio privilegiado que trabajaba en sintonía con el cura del pueblo se estableció una simbiosis perfecta entre cura, monaguillos y campanero. Era una especie de ritual de aquel personaje bien trajeado que hacía una especie de ritual ante las cabuyas de las campanas robleras donde se inspiraba el hijo de Polo para producir los mejores sonidos para los pobladores de Los Robles.

Esa alegría de los gones de las campanas le cambiaba la cara al pueblo de Los Robles y le prestaban atención a sus sonidos porque eran anuncios de muertes, misas, festividades y entierros. Sabía Pitoco lo importante que eran los sonidos de las campanas para los pilarenses y por eso se esmeraba y asumía sus momentos frente a las campanas como un ritual solemne a la robleridad.

En la política a Pitoco le correspondió estar cerca del poder y fue Policía Secreto del Gobierno de Nueva Esparta, Presidente de la Junta Parroquial de Aguirre por varios años y miembro del Centro Ideales del Municipio Aguirre, además de dueño del Bar La Gloria y Bar el Ponsigué. En la última etapa de su vida le correspondió a Pitoco el descanso del guerrero y se le veía transitar las calles de Los Robles con su panita en las manos rumbo a la casa de Irene Avila y a la Calle El Puis a la casa de Gabino donde llevaba parte de la comida que repartía con sus amigos. Eso sí a Pitoco le tocó ya en su retiro de la política escuchar los programas de radio más picantes de la isla y me confesó en varias oportunidades que no se pelaba el programa “Siempre al Día” que conducían en sus buenos tiempos de guerreros de la política los licenciados Manuel Millán Zabala y Francisco Mata.

Los recuerdos y las huellas de Pitoco están en las imágenes de los robleros que no podrán olvidar aquellas fiestas en el Bar La Gloria, los remates en el Bar el Ponsigué, los perífoneos de Pitocop en defensa de URD y AD, los silbidos del hijo de Polo, sus campanadas, sus silbidos y sus rastrilleos para mantener duros los suelos de los espacios donde se celebraban las bailantas del pueblo.

Recopilación: Manuel Ávila (Cronista de Nueva Esparta)

Fotografía: Jim P. Quijada

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