Palestra Insular: Nuestra Ceiba

Palestra Insular: Nuestra Ceiba

Con sus brazos extendidos al horizonte en comunión con la Iglesia Nuestra Señora del Pilar y conectada con el casco histórico de Los Robles con el Conservatorio Musical, El Teatro y la Casa de la Cultura con su biblioteca grandiosa. Nuestra Ceiba milenaria orgullo de nuestra esencia y culto a la Robleridad por años muestra su corpulencia y fortaleza que identifica la imagen del roblero y el amor por su pueblo.

Su partida de nacimiento está en el subconsciente colectivo, sus compartimientos brotaron de un tallo que adornaba a éste gigante ecológico que por años brindó cobijo a sus hijos, a los escolares, a la brisa y la lluvia que cabalgaban por su ramas y a los bailadores que al compás de los pasodobles se desplazaban con la elegancia de los compases orquestales.

Por centurias la Ceiba Roblera sirvió de testigo de los acontecimientos históricos, políticos, culturales, religiosos y tradicionales que ocurrieron en este pueblo de paso ubicado en el corazón de Margarita.

Desde el velatorio de muertos, la danza de las mariposas, el juego del escondido, los conversatorios, los programas de radio, las verbenas, las ferias de comida, los bailes de diversiones, los careos de gallos, los combates de boxeo, las corridas de burros, el descanso de los agricultores, el juego de pichas y trompos y las grandes concentraciones tenían como punto de partida la Ceiba de Los Robles.

La Ceiba se convirtió en un ícono de la identidad de un pueblo congelado en el tiempo que abrigó bajo sus frondas a los estudiantes que esperaban el autobús para ir al Liceo Nueva Esparta. No se sabe cuántos años tenía la Ceiba Roblera, pero se estima que frisara los 200 años lo que indica que su tiempo de vida sobrepasó la edad de su existencia.

La tesis de los Mayas que este árbol de la vida con sus raíces pegadas a la tierra y sus brazos extendidos al horizonte y al cielo constituyen una visión metafórica de la vida.

Todavía los robleros lloran la noticia que corrió por las calles del pueblo que la Ceiba estaba muerta. Se escucharon los repiques de campanas, los árboles de la Plaza Bolívar guardaron silencio por la muerte del líder de la manada y hasta el padre lanzó sus responsos en latinazgos bien conectados con ese gigante de tallo fuerte que se alzó como un campeón ante la luz del sol.

Ya David Brito no se asomó más nunca a ver el vuelo de las medusas que recorren grandes espacios para vender sus proclamas de paz.

Y sus maracas signo de su floración desprenderán por siempre como  medusas que recorrerán grandes trechos de la Margarita de antaño y se reproducirán por los siglos en diversos pueblos de Margarita.

Volarán y volarán como estrellas fugaces y adornarán las empalizadas de alambradas hechas de cardones y palos que se verán siempre blancas como si la nieve hiciera milagros en su vestimenta primaveral. Y en Porlamar Alfonsito Fernández y la Maestra Iris Ramos cuando veían los algodones de las ceibas volar por los cielos. De sus maracas, flores y espinas los artesanos del pueblo harán maravillas para ver de cerca el cruce de los arcoíris y el mar en una especie de simbiosis que se tejían en la copa del árbol de la vida.

La Ceiba que esta al conocerse la noticia que estaba seca hizo llorar a más de un roblero por la inesperada noticia del fenecer de su guardián de la historia, todavía tiene resuello y poesía en su alma de adalid de las buenas causas. Las huellas de la Ceiba quedarán por siempre regadas en nuestros corazones y esculpidas en quienes lograron tatuarse en sus hombros la consigna de la vida eterna.

La presencia de los equipos bomberiles impactó a la robleridad que arrinconados en sus casas no se atrevieron a ver morir de pie al héroe que cobijo verde por los siglos a un pueblo de guerreros donde la inteligencia práctica tiró su rezón para exhibir a un corpulento gladiador ecológico que mostró sus músculos al mundo por muchos años y simbolizó la majestuosidad y la fuerza del roblero en la historia de Nueva Esparta. Así creció este pueblo de paso que se fue agigantando como su ceiba hasta tener siete triunfos con Morel y Alexis para inmortalizar el paso de los políticos por la historia regional.

Esa imagen pervivirá por los siglos silbando corazones y sirviendo de espacio nupcial a las parejas que con su poesía a cuestas tejen guirnaldas de colores para soñar con las bombáceas que adornan el cielo roblero.

Y la Virgen del Pilar y San Judas Tadeo señalarán con sus dedos el nuevo horizonte de la Ceiba de colores que con sus bombachos irradió luz a éste pueblo que la venera con pasión. Por esa caída de la Ceiba se han movido los expertos para tomar una medida terapéutica de emergencia buscando dar vida a un árbol que en los finales de su vida suspira y pide a los robleros que la salve.

Hay una esperanza en los colores de su corteza y en el interior de su tronco hay una coloración rojiza que le da un aliento de vida. La poda fue necesaria y aunque muchos legos en la materia lancen flechas de la maldad por su ignorancia en este tema, es necesario entender que nadie quiere mal para nuestra ceiba, sino que se tejen argumentos técnicos para salvar a la gran madre Ceiba.

Ahora queda solo esperar a que retoñe y los milagros de la Virgen del Pilar y San Judas Tadeo podrán cristalizar en una Ceiba que está de pie luchando contra el tiempo y sonando sus maracas para que el Dios de la vida le de otro aliento.

Por ahora los niños ya no juguetearan en sus compartimientos, ni los escolares buscarán su sombra, y en estas fiestas patronales ya no danzarán los robleros y visitantes al compás de los pasodobles de las Banda del Estado. Lo que si queda es un dolor en el pecho y los suspiros de miles de almas que vieron este ícono de la Robleridad durante su existencia y es que la Ceiba junto a La Chicas, la Iglesia Colonial, el Cerro La Ermita, La Casa de la Cultura, La mujer perla, el Anfiteatro “Jesús Avila”, el Viejo Tanque de agua, el Conservatorio “Alberto Requena”, El Teatro y todo el casco histórico roblero tuvieron como símbolo de la elevación y la fortaleza divina a la Ceiba de Los Robles.

Recopilación: Manuel Ávila (Cronista de Nueva Esparta)

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