A principios de la década de los 70 los muchachos de 18, 19 años o más, teníamos por costumbre, además de practicar deportes, llevar serenatas a las amigas en Porlamar. Solíamos reunirnos en la esquina de las calles Mariño y Maneiro, cerca de las casas de Liberato “Chinto” Díaz, Hernán “El de Avensa” Rosario, José Emilio “Chimilito” D’León, Acela “Chela Díaz, Rubén “Sacamuelas” Coello y otras familias allegadas a nosotros; respetábamos tanto a esta gente que para ellos nos “portábamos bien”. Decía uno.
En una oportunidad regresábamos del recorrido habitual después de las serenatas entre otros: Sergio Díaz, Henry “Viejito” Romero, Hernán “Nancho” Rosario, Johnny “Trampolín” Savignac, Carlos “Marunga” Mujica, Adolfo “Tintorería” Cedeño. Veníamos caminando por el medio de la calle Mariño desde la plaza Bolívar hacia la calle Maneiro; serían como las 12:00 de la noche, se podía hacer eso sin ningún problema mientras no perturbaran la paz y tranquilidad de los hogares que allí habían; hoy convertidos en bodegas donde venden mercancías importadas por el Puerto Libre, loterías, frutas, verduras, cholas, discos con películas y música de mala calidad y dudosa procedencia, comidas, guarapos y todo lo que permita la “economía informal”. Íbamos muy tranquilos tocando cuatro y cantando, llegamos a la altura de la esquina donde estaba la agencia del Banco Mercantil que para ese entonces se le llamaba la esquina de El Trompillo pues allí estaba una famosa heladería con el mismo nombre, la cual era atendida por el popular Pedro “Topocho”.
Allí habían colocado un kiosco de metal con la intención de vender periódicos y otras cosas como se ve hoy en cualquier esquina o calle de Porlamar. De repente, Sergio se separa del grupo, se dirige directamente hacia el kiosco y sacando fuerzas no se sabe de dónde; a lo mejor se la dio la ingesta de ron Don Simón y Anís Castilla que bebíamos para darnos ánimos serenateros, desprendió el kiosco del piso y lo lanzó al medio de la calle al tiempo que gritaba: ¡Le cae su madre al que puso este tarantín aquí! Sorprendidos por lo que pasaba, le gritamos a Sergio:
¡Coño Sergio! ¿Tú estás loco? ¡Seguro que caemos presos por esa vaina! ¿Cómo se te ocurre romper ese kiosco? ¡Qué vaina! Y arrancamos dando una gran carrera hacia la esquina de la calle Maneiro a refugiarnos en las casas. No apareció nadie y nos quedamos en la esquina como si nada. Después de recuperar el aliento perdido por la carrera, le preguntamos a Sergio:
¿Cómo se te ocurrió esa vaina? ¿Por qué tumbaste ese kiosco? A lo que Sergio respondió:
En Caracas hay muchas vainas de esas y no se puede caminar tranquilamente. Eso lo que trae es basura y no queremos buhoneros. ¡Aquí no! ¡Dame un palo e ‘ron o de anís pa’ pasá la calentera, nojoda! Además chico, la policía no va a saber que fuimos nosotros y mi papá Chinto Díaz manda más que el prefecto. No le pares bolas… Y eso que usted veía a Sergio siempre tan circunspecto que daba la impresión de ser incapaz de romper un plato.
…”Están hediondos a retén”
Sabino el policía
Tomado del libro: “Ocurrencias de mi gente” de Carlos Mujica “Marunga“
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