Se habla venezolano

Dentro del campo de la Lexicografía, se conoce como Venezolanismo a las expresiones, giros o palabras propios del Español de Venezuela, es decir, del Español realizado en el habla venezolana.

Cada país hispanohablante cuenta con sus propias particularidades, algunas de las cuales se han extendido a otras regiones, entrando a formar parte de la lengua general del Español de América, mientras otras permanecen siendo propias únicamente de esa región, dando origen entonces a los Colombianismos, Peruanismos, Argentinismos, o a los Venezolanismos, particularidades que además dejan en evidencia la creatividad de los hablantes a la hora de ejercer la acción comunicativa del lenguaje.

El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define al venezolanismo como la palabra o usos propios del español hablado en Venezuela.

En este sentido, en la edición 23ª del Diccionario de la Real Academia Española, en 2019, se incorporaron los siguientes venezolanismos:

Amá: madre.

Apá: padre.

Acomodado: Persona que ha obtenido un cargo, empleo o beneficio por influencia o amistad más que por méritos propios.

Acomodo: Cargo, empleo o beneficio obtenidos por influencia o amistad más que por méritos propios.

Juetazo: Golpe dado con un juete o látigo.

Juete: látigo.

Recordista: Persona que ostenta la mejor marca en una especialidad deportiva.

Brochure: Folleto impreso de carácter informativo o propagandístico sobre un determinado tema o producto.

Sánduche: Sandwich.

Desmeritar: Demeritar.

Desfasaje: Desfase o desajuste horario.

Carajal: Gran cantidad de personas o cosas.

Ponqué: Bizcocho, generalmente grande y de forma redonda, que puede estar relleno de frutas o crema.

Pero hay otros venezolanismos que ya habían sido incorporados anteriormente. Veamos esos ejemplos en la edición del año 2014:

Borona: migaja (de pan).

Chamo: niño o adolescente.

Emparamar: Dicho de la lluvia, de la humedad o del relente.

Faramallero: presuntuoso (lleno de presunción).

Leche: suerte favorable.

Mecate: cordel o cuerda hecha de cabuya, cáñamo, pita, crin de caballo o similar.

Pana: amigo, camarada, compinche.

Pasapalo: bocado ligero que se sirve como acompañamiento de una bebida.

Rasca: borrachera (efecto de emborracharse)

Sócate: portalámpara.

Liderizar: liderar.

También hay frases muy coloquiales, algunas con venezolanismos ya incorporados académicamente y otros con expresiones muy populares.

“Echarse un camarón”. Un “camarón” es el sueñito que echamos a escondidas de vez en cuando durante el trabajo. Proviene de las primeras exploraciones de petróleo en nuestro país, cuando los capataces norteamericanos querían echar una siesta sin ser vistos por los obreros venezolanos y se excusaban diciendo “I’ll come around” (Ya vuelvo, que suena parecido a aicomarun).

“Echarse las bolas al hombro”. Es una frase para denotar que una persona es floja o perezosa. Proviene de los presos que utilizaban grilletes durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. Aquellos que durante sus pesadas horas de trabajo forzoso se alzaban las bolas (los grilletes) a los hombros para descansar los pies eran considerados flojos y haraganes.

“Echar los perros”. Es como se conoce el cortejo venezolano. La expresión tiene origen en las corridas de toro: cuando el toro no embestía, era hostigado por una jauría de perros como castigo. En algunos países es sinónimo de acoso o amenaza, pero en Colombia y Venezuela significa cortejar a alguien.

“Echar el muerto”. Es dejar la responsabilidad de algo a otra persona. Se cree que su origen se debe a una práctica de la Edad Media: cuando se encontraba un cadáver y no había culpable, el pueblo entero debía pagar una multa. Por esta razón, cada vez que los lugareños encontraban algún cadáver no lo reportaban, sino que lo llevaban en un saco hacia otro pueblo y “les echaban el muerto” para que ellos pagaran esa multa.

“Ser un “Mamarracho”. Es como se denomina a una persona generalmente mal vestida o extravagante, y proviene del árabe muharrig, que significa bufón o payaso.

Ser o tener un “Jala Bola”. Hoy en día es el término que usamos para quien es un adulador, pero proviene de algo distinto que ocurría en las cárceles durante la dictadura de Juan Vicente Gómez. Aquellos presos con familias adineradas contrataban a un “Jala bolas” para que les ayudara a cargar con los pesados grilletes que tenían en los tobillos. Se parece a la expresión “jala mecate”, que se utiliza también para referirse a una persona que suele obtener algo con lisonjas.

¡Los Corotos! En Venezuela “Corotos” es sinónimo de objetos o cosas. El término proviene de la colección de cuadros del pintor francés Jean Baptiste Corot que pertenecían al ex presidente Antonio Guzmán Blanco. Cada vez que tenía que cambiar de residencia le decía a sus empleados “¡Cuidado con los Corots!” para que tuvieran precaución al embalar los cuadros, pero esto fue mal interpretado por ellos al pensar que “corots” se refería a todos los objetos de la mudanza.

“Echarse los palos”. En Venezuela es tomar licor. El término se origina con la abolición de la esclavitud, cuando los hacendados se negaron a pagar a sus antiguos sirvientes con monedas de plata y en lugar de ello hacían tablillas con el sello de la hacienda para que pudieran ser canjeadas en las pulperías y bodegas por víveres. Muchos preferían comprar licor por lo que pedían “un palito de ron”, “un palo de miche”, etc. Al tener que contar en que habían despilfarrado las tablillas o palitos, decían “me eché los palos”.

“Dejar el pelero” Esta frase hace referencia al acto de huir a toda velocidad para evitar un peligro o una responsabilidad, aunque literalmente no se deje ni un pelo. Es muy típico de los adolescentes cuando les toca hacer labores del hogar, “¡Dejan el pelero!”. Para dar cuenta de su origen, hay dos historias. Por un lado, se dice que proviene del rastro de pelo que seguían los indígenas venezolanos de los animales que habían salido corriendo al sentirse amenazados. Por el otro, algunos creen que la frase proviene de las barberías adriáticas que fueron populares entre las décadas de los sesenta a los ochenta, en donde si un hombre se iba a cortar el cabello, sin dinero, se levantaba al final y se iba corriendo, dejando al barbero con “el pelero”.

“Echarle pichón”. Para los venezolanos, significa esforzarse para lograr algo. La frase proviene de las bombas manuales de agua que tenían antiguamente los pozos de los pueblos. Había que hacer un gran esfuerzo físico para mover una palanca y extraer el agua. Dicha palanca tenía un letrero que decía “Push on” (empuje, en inglés). Entonces, los habitantes de esos pueblos decían que tenían que “echarle pichón” si querían sacar el agua del pozo.

“Echar un polvo”. Usamos esto para referirnos a un acto sexual fugaz. La frase proviene de finales del siglo XIX cuando los caballeros se ausentaban de las reuniones sociales para inhalar rapé (polvo de tabaco), ya que era de mala educación hacerlo en público. Al regresar, se excusaban diciendo que estaban “echando un polvo”… cosa que poco después se convirtió en una excusa para aquellos hombres que iban a tener un furtivo encuentro sexual con alguna damisela y no querían levantar sospechas.

Ser un “Pela bolas”. En Venezuela es alguien de poco valor o utilidad. El término proviene de los jugadores de béisbol que no lograban batear y “pelaban” (no atinaban) a la hora de batear o atrapar la bola… por lo que generalmente se encontraba en la banca y era visto como alguien de poco valor.

“¿Vas a seguir Abigail?”. La expresión se dice cuando algo es fastidioso. Tiene su origen en la telenovela llamada “Abigail”, transmitida por RCTV durante la década de los ochenta. La telenovela estuvo durante mucho tiempo al aire, por lo que se tornó monótona y aburrida y dio cabida a la expresión de fastidio “¿Vas a seguir Abigail?” cada vez que comenzaba un capítulo nuevo

Ser un “Muérgano”. Proviene del siglo XIX. Cuando el pirata inglés Morgan y sus compañeros los “Moranger” invadieron Maracaibo, realizando saqueos y crímenes por donde pasaban. La palabra “Moranger” se venezolanizó como “Muérgano” y se emplea para denotar malas personas o gente que actúa de mala fe.

“Dame la colita”. En las batallas en la época de la Independencia de Venezuela, no había suficientes caballos para todos los soldados, así que gran parte de ellos se veían en la necesidad de cubrir grandes distancias caminando. Por eso, cuando les tocaba subir una pendiente, le solicitaban al soldado que iba a caballo, mula o burro: dame la colita, en otras palabras, dame permiso para agarrarme de la cola del animal para subir con menos esfuerzo la pendiente.

“Espitao”.  Es correr muy rápido. Se origina a partir de las palabras Speed Out que traducido del inglés significa, velocidad de salida o correr mucho, o sea, salió espitao.

“Ecole cua”. Una manera de decir exacto que deriva del italiano eccoli qua, que significa “aquí están”. En España se dice equilicuá.

La diáspora venezolana, que se ha llegado a calcular en más de 5 millones de personas desperdigadas a lo largo y ancho del planeta, se lleva también, muchas veces sin notarlo y a veces sin quererlo, ciertas palabras como parte de su equipaje; esas que definen una forma propia y diferente de expresarse y que se han convertido en una seña de identidad que puede escucharse de cualquier venezolano por igual en Lima, en Bogotá, en Madrid, en Miami o en Buenos Aires.

Los venezolanos en el exterior se aferran a las palabras que no olvidan, las que siempre pronuncian, las nostálgicas, las tristes, las divertidas, las que los sorprenden; también a las palabras de su generación, a las de sus padres y hasta esas que parecen sacadas del baúl de los abuelos; palabras propias de Carcas o de otros estados del país; palabras todas que nos designan, que nos hablan de anécdotas e historias.

Ciertamente, en cada venezolanismo palpita una historia, individual y colectiva, Cada palabra la saboreamos, porque cada una de ellas es parte de nuestra identidad, una afinidad que no se pierde con la distanci

Fuente: Sofos de Mileto / https://www.fronteraviva.com/

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