Los Cachos de Marunga: La agonía de un prefecto

Los Cachos de Marunga: La agonía de un prefecto

En uno de sus períodos como gobernador, Morel Rodríguez, en reconocimiento a la amistad y honestidad que le demostraba un gran amigo, decidió, previa consulta con sus asesores de estrategia, designarlo prefecto del Municipio García; ¡casi nada! El Valle del Espíritu Santo, para velar por el orden y el buen vivir donde tiene su asiento la patrona del oriente del país.

Cuando el afortunado amigo recibió la noticia, ¡Nojoda! Eso fue brincar en una pata; se sentía grandísimo a pesar de su pequeña estatura; lleno de contento vociferaba en todas partes la buena nueva: Sitio al que llegaba: ¡Un brindis por el prefecto er valle! Gritaba lleno de orgullo y contento, como dice una guaracha: Prensa, radio, plazas y esquinas de Porlamar, eran medios a través de los cuales se comentaba la noticia. ¡El Valle tiene su nuevo prefecto! ¡Ya volverán los tiempos de don Rafael Morao, Pío Cedeño, Manuel León el de la librería, Mondragón y otros que por su seriedad, don de mando e imposición de respeto, marcaron pauta en el vecino Municipio Mariño! Un ejemplo.

Un día antes de la “toma de posesión”, el personaje en cuestión invitó a unos amigos, de los más allegados, a un brindis en el famoso restaurant “La Concha” en los Conejeros. Eso sí- decía lleno de alegría: Escocés 12 años, nada de pasa palos para picar; comida en abundancia y de la mejor: langostinos, camarones, pasteles de pescao, tortillas incluyendo las españolas elaboradas por el propio  Manolo Sánchez, dueño del local. Aquella celebración fue por todo lo alto desde las doce del medio día hasta bien entrada la tarde-noche. Estaban los invitados en pleno disfrute cuando a eso de las siete de la noche llega un emisario mandado por la máxima autoridad gubernamental quien dice en voz alta:

¡Señores; una noticia fresquita! Se reunió de nuevo la comisión que propuso al prefecto y determinó que por un acuerdo político de última hora, la vaina no va, el nuevo prefecto es un tal Cardona o Hernández; o no sé quién. Lo cierto es que no eres tú mi compay– dijo dirigiendo la mirada hacia el anfitrión- ¡mala leche!

Cuando Luis Armando “Kalica” Martínez escuchó aquella vaina, ¡bueno pues! El vaso que tenía en la mano, agarrado como suele hacerlo, solo con el pulgar y el dedo medio, cayó al suelo seguido por él mismo; sudoroso casi con un ataque al corazón, al que trataba de cubrir con ambas manos; ya no era escocés lo que le daban sino – nadie sabe de dónde sacaron- alcoholado pingüino, valeriana, cuerno e ‘ciervo, unturas de mentol chino en la frente, esencia de árnica y guarapos de manzanilla y tilo para calmarlo-. Menos mal que entre los presentes estaba su carnal el Dr., Miguelito Salazar quien, en su propio automóvil o trasladó a la clínica Margarita donde pasó tres días en terapia intensiva; gracias a la amistad no le cobraron gastos de hospitalización porque todo lo que tenía, unido a la colecta que había hecho la familia, tuvo que usarse para no “irse con la cabuya en las pata” con los gastos que hizo para celebrar un nombramiento como prefecto que se cayó a última hora por los fatales efectos de los cuadros partidistas – y no escarmienta todavía-. Por cierto que su hermano-cuñado Federico Núñez pensaba como recuperar los churupitos que le había prestado para la ocasión.

Cuando Kalica volvió en sí y le contaron por qué, después de estar echándose palos en “La Concha”, despertó en una sala de terapia intensiva, no le quedó más remedio que decir, resignado y conforme como siempre, su grito de guerra cuando se reúne con los amigos que son incontables:

¡Qué vaina compay; se acabó la perla, se acabó el cariño!

”agarra lo que te den y vota amarillo”

El Bachiller Bermúdez

Tomado del libro: «Al que nada le pasa» de Carlos Mujica “Marunga

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